Apologética en la Liturgia de la Palabra
Lunes, XV Semana del T. Ordinario
Lecturas del día: Is 1, 10–17; Sal 49, 8–9, 16–17, 21, 23; Mt 10, 34—11; 1.
Comentario:
¿Has sentido o sufrido discriminación, repudio, maltrato, segregación, en tu familia, en tus vecinos o en tu lugar de trabajo porque eres una persona comprometida en la Iglesia Católica y no sigues la corriente del paganismo, de la inmoralidad, o de la traición a Cristo, propia de quienes se apartaron de la Iglesia Católica y se entregaron a las sectas, a la brujería o a una ideología dominante? Esta publicación de hoy es para ti. Presta atención a estas palabras de Cristo: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual son los de su casa” (Mt 10, 34-36).
Apenas recordemos o miremos a Cristo crucificado empezaremos a entender la profundidad de sus palabras. Así como cuando hemos estado en tinieblas cualquier luz molesta a nuestros ojos, así también molesta al que obra el mal aquel que obre el bien, así irrita y estorba a quien siembra la injusticia y la opresión quien predique y pregone la justicia y la paz.
Eusebio de Cesarea, considerado como padre de la historia, quien vivió en el siglo III d. C, explicando esas palabras de Cristo, decía:
“Tal hija ha creído, su padre permanece sin creer. Puesto que predicar la paz obra la división, «¿qué relación puede haber entre creer y no creer?» (2Co 6, 15). El Hijo debe creer, el padre queda incrédulo. La oposición es ineluctable. Allí donde la paz es proclamada la división se instala. Es una saludable división, pues es por la paz que nosotros somos salvados. Yo proclamo la paz, sí, pero la tierra no la acoge. Esto no era el designio del sembrador, aquel que esperaba el fruto de la tierra.” (1)
Esto que lees, ¡es tan necesario en estos tiempos!
Para que ninguno imagine que por seguir a Cristo le van a llover flores de todas partes. Al contemplar a Cristo en la cruz, veamos nuestro camino; y, al verle resucitado y glorificado, veamos también nuestro destino. ¡Así que, preparados! Que, si a Cristo le traicionó Judas y lo negó Pedro, apóstoles muy cercanos, con nosotros lo harán quienes menos imaginamos. ¿Qué católico que vive con gozo y donación plena su fe no sufre desprecios y rechazo en su propio hogar, cuando la mayoría se entrega a los vicios, la corrupción, la inmoralidad, la brujería, las sectas?
Decía san Agustín:
“¿Quién no ha de querer seguir a Cristo, en quien reside la felicidad suma, la suma paz, la eterna seguridad? (…) ¿quién no desea caminar hacia la exaltación? A todo el mundo le deleita la grandeza: pues bien, la humildad es la escala para ascender a ella. ¿Por qué alzas el pie más allá de tus posibilidades? ¿Quieres caer en vez de ascender? Da un primer paso y ya has iniciado la ascensión. No querían respetar esta gradación de la humildad aquellos dos discípulos, que decían: Señor, concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Aspiraban a la cima sin tener en cuenta las escalas intermedias. El Señor se las indicó. ¿Qué es lo que les respondió? ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? Vosotros que aspiráis a la cúpula de la grandeza, ¿sois capaces de beber el cáliz de la humildad? Por eso no se contentó con, decir: Que se niegue a sí mismo y me siga, sino que intercaló: Que cargue con su cruz y me siga.”(2)
Para compartir:
1.- ¿Te has sentido identificado(a) con el mensaje de esta publicación?
2.- ¿Por qué el católico es capaz de permanecer firme en su fe a pesar de los rechazos que sufra?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc
Fuentes:
1] Documento en línea: Eusebio de Cesarea, Obras: ¿Por qué no hay paz?. https://www.deiverbum.org/mt-10_34-hasta-11_01/
2] Documento en línea: San Agustín, Sermón 96, 1-4: PL 38, 584-586. Ibid.