XV Sem. T. Ordinario
Comentario: “Por eso, dice el Señor: «Mirad, yo medito una desgracia contra esa familia. No lograréis apartar el cuello de ella, no podréis caminar erguidos, porque será un tiempo calamitoso.” (Mi 2,3)
La cita anterior, tomada de la primera lectura de hoy, hace meditar sobre un aspecto que es común tanto en nuestros hermanos no católicos como en nuestra Iglesia. Es un error o una percepción que nos está impidiendo ver, conocer y vivir la gracia de Dios. Tal vez por eso se vive esta realidad caótica, incongruente y en donde se carece de principios y valores. Hemos perdido la brújula que orienta nuestros pasos a Dios. Por eso es común escuchar a personas que dicen que Dios no castiga; que nos ama y que nos acepta tal como somos. Todo esto nos ha llevado fabricar un dios a nuestra conveniencia, con normas y concepciones que alivien nuestra conciencia. Algunos llegan a decir “yo creo en Dios a mi manera”.
Toda esta situación ha de llevarnos a observar nuestras primeras comunidades, al comportamiento y su modus vivendis. Debe interpelarnos para volver nuestra mirada a Cristo. A la fuente de agua viva, a Aquél que es Camino, Verdad y Vida. Es tiempo de recordar que Él vino para hacer la voluntad del Padre. Así mismo ésa es nuestra esencia, acomodarnos a la voluntad de nuestro Padre celestial. Por lo tanto seremos un caos si no buscamos amoldarnos a sus designios, a su amor. Hemos de vaciarnos de nuestra iniquidad para llenarnos de su Caridad. Si Dios no habita en nosotros entonces no podremos amar, porque no se puede dar lo que no se tiene.
Es por eso que hemos de volver a Dios y así nuestra escala de valores cambiará. Ya no trabajaremos tanto por las cosas de este mundo sino por las celestiales, entre ellas el amor. Entonces podremos decir como san Pablo: “Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Flp 3, 8) . En la medida que Cristo sea el centro de nuestra vida, en esa medida el futuro del hombre y por ende, de la sociedad, será pleno de armonía y, por supuesto, todo este caos desaparecerá. Pidamos al Espíritu Santo para que derrame sus dones sobre nosotros y tengamos un corazón semejante al de Cristo.
Para compartir:
1.- ¿Quién es Dios para ti?
2.- ¿Eres de los que dice “Yo creo en Dios a mi manera”?, qué razones argumentas para hacerlo”?
Elaborada por:
Adelina Ruiz Mfc