Apologética en la Liturgia de la Palabra
Sábado IV de Pascua.
Lecturas del día: Hch 13, 44–52; Sal 97, 1–4; Jn 14, 7–14.
Comentario:
La alegría que acompañaba a los primeros cristianos, de la cual nos hace narración la primera lectura de la Liturgia de hoy (Hch 13, 44–52), era sumamente contagiosa, y ésta se crecía a medida que más intensa se hacía la persecución hacia ellos a causa de su fe. Aquella alegría era la dinamita explosiva que expandía el Evangelio a los rincones más alejados.
Creo, sin temor a exagerar, que hoy está ocurriendo una especie de Pentecostés en la Iglesia, en tantísimos católicos que antes eran fríos, apáticos, incrédulos, dudosos, tímidos, asustados, y que han venido sumándose por miles, a la vivencia, defensa y difusión gozosa de la misma fe por la que los apóstoles y los mártires entregaron su vida por Cristo. Son incontables los católicos, en muchas naciones, que han encontrado en los recursos de la apologética un gran océano de buenas nuevas que les tiene su fe en una primavera continua y creciente. Ellos llevan una fiesta cada vez que el estudio apologético les dice: ”¡Católico, no andas equivocado! Tus padres y abuelos te llevaron a la Iglesia Verdadera.”
¡Polos opuestos!
El católico frío y apático ve y siente por su Iglesia sólo aburrimiento; mientras que el hermano separado de la Iglesia, y miembro ahora de alguna denominación protestante, anda enardecido, salta, danza y canta ciegamente, por creerse seguro de haber alcanzado la cúspide de la verdad. Los primeros, porque desconocen sus propios tesoros; y, los segundos, porque creyendo que llegaron a la cumbre del mismo Dios, ya no buscan más, y no saben que una espesa niebla les impide ver el abismo del vacío y la perdición al que, bajo engaño, han sido llevados por manipuladores y traficantes de la fe. Grandes exponentes del protestantismo, como Fernando Casanova, Scott Hahn, Alex Jones, Sidineh Veiga, y muchísimos más; que antes se sentían desbordados de gozo dirigiendo sus propias “iglesias” y arremetiendo ferozmente contra los católicos, ahora no encuentran palabras para expresar la alegría de haber encontrado, en la misma Iglesia que tanto perseguían, la Iglesia verdadera; sin ocultar su dolor y error, ante tantas equivocaciones y tanto daño que ocasionaron.
El vertiginoso movimiento apologético que en muchísimos países crece diariamente y que se les encuentra en Internet y en muchas parroquias, son una manifestación del Espíritu Santo. Ellos sacan a la luz pública y entregan a muchas almas infinidad de buenas nuevas que estaban guardadas en los santos yacimientos de la fe católica. Vaya un elogio y un recuerdo especial, por dos grandes precursores de la fe en esta generación: los padres Jorge Löring y Flaviano Amatulli, que ya partieron a la Casa del Padre, y por el padre Luis Toro, formador de una inmensa escuela de defensores de la fe de ésta y de las venideras décadas.
Es necesario que las Diócesis, desde la Catequesis y los grupos parroquiales, den un espacio de primera línea a este movimiento misionero, si quieren ven retornar a la Iglesia Católica a muchos hermanos que se separaron hacia las sectas o hacia el paganismo.
Para compartir:
1) ¿Qué vivencia experimentas cada vez que te nutres de formación apologética católica?
2) ¿Qué diferencias notas entre el gozo de un católico instruido y fiel a Dios, y el de los hermanos que se separan de la Iglesia?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc