(Diálogo inspirado en el encuentro
entre el Etíope y Felipe en Hch 8, 26-40)
ETÍOPE: ¿Por qué la honra y la veneración a las reliquias de los Santos no es idolatría?
FELIPE: Ya tú lo has dicho. A los restos de los justos y santos podemos rendirle honra y veneración. Veamos algunos ejemplos bíblicos:
«Y José hizo jurar a los hijos de Israel, pidiéndoles este favor: “Cuando Dios los visite, lleven mis huesos de aquí junto con ustedes.” José murió en Egipto, a la edad de ciento diez años. Embalsamaron su cuerpo y lo colocaron en un ataúd en Egipto” (Gn 50, 25ss).
Al Salir de Egipto, Moisés lleva consigo los huesos de José y al llegar a la tierra prometida, en Siquem, les dieron honrosa sepultura. Leamos:
«En Siquem sepultaron los huesos de José que los israelitas habían traído de Egipto. Los depositaron en una parcela que Jacob había comprado a los hijos de Hamor, padre de Siquem, por cien piezas de plata; ella pasó a formar parte de la herencia de los hijos de José.» (Jos 24,32).
Se destaca en Ex 13,19 el valor tan especial que le daban a sus restos y el sentido de honra y respeto que Moisés les demuestra. Leamos:
«Moisés llevó consigo también los huesos de José, conforme éste había hecho prometer con juramento a los hijos de Israel; pues les dijo: “Con toda seguridad Dios los visitará; entonces se llevarán con ustedes mis huesos.” (Ex 13,19)
Otro caso que podemos mostrar se encuentra en
2Re 13,20-21:
“Murió Eliseo y lo enterraron. Bandas de moabitas incursionaban cada año en el país, y sucedió que unas personas que llevaban a enterrar a un difunto, divisaron a una de esas bandas. Depositaron entonces al muerto en la tumba de Eliseo y se pusieron a salvo. Cuando el hombre tocó los huesos de Eliseo, revivió e inmediatamente se puso de pie.”.
En el Nuevo Testamento encontramos también testimonios que nos hablan del valor de las reliquias: en Hch 19,11-12se nos narra que los pañuelos y la ropa usada por Pablo era llevada a los enfermos y éstos se sanaban. Leamos:
«Dios obraba prodigios extraordinarios por las manos de Pablo, hasta tal punto que imponían a los enfermos pañuelos o ropas que él había usado, y mejoraban. También salían de ellos los espíritus malos». (Hch 19, 11-12)
Hoy como ayer debemos honrar la memoria de los grandes héroes de nuestra fe guardando respeto y veneración a sus restos. Y si las prendas de san Pablo eran instrumentos de Dios para sanar a sus hijos, del modo como lo hacía con la serpiente de bronce que le ordenó hacer a Moisés. (Núm 21, 7-9) ¿Quién puede ponerse delante de Dios y darle órdenes de no volver a hacer tales cosas con sus héroes de hoy?