Apologética en la Liturgia de la Palabra
Domingo XVI del Tiempo Ordinario, solemnidad.
Lecturas del día: Sb 12, 13. 16–19; Sal 85, 5–6. 9–10. 15–16; Rm 8, 26–27; Mt 13, 24–43
Comentario:
Al meditar el evangelio de este domingo, es difícil no hacer conciencia de la abundante proliferación de sectas, y la infestación con sus falsas doctrinas, que ha venido socavando y erosionando en la división y pérdida de la identidad en muchísimos cristianos.
A la cizaña, al final de la cosecha, el agricultor la recoge en gavillas para lanzarla al fuego y quemarla. Esta figura simbólica habla del final de tormento que sufrirán los fundadores de las sectas y sus seguidores cuando entreguen cuentas ante Cristo de sus actos de apostasía y rebelión contra la Sana Doctrina y su única Iglesia (cf. 2Co 5, 10; Rm 14, 10).
Hay un escrito de san Agustín que asemeja con las gavillas las sectas que enfrentaron a la Iglesia Católica en los primeros siglos, y que, de algún modo, podemos tomar para mirar como gavillas, las sectas que han aparecido desde Martín Lutero (1521) hasta hoy:
“¿Por qué teme el trigo a la cizaña? Dejad que crezcan juntos hasta la siega *(Mt 13, 30),* dice el padre de familia. Crezcan juntos, los segadores no yerran y saben de qué hacer las gavillas y arrojarlas al fuego. Con el trigo no se pueden hacer gavillas y enviarlas al fuego. Las gavillas manifiestan la separación. Arrio tiene allí su gavilla, Eunomio tiene allí su gavilla, Fotino tiene allí su gavilla, Donato tiene allí su gavilla, Manes tiene allí su gavilla, Prisciliano tiene allí su gavilla. Todas estas gavillas serán arrojadas al fuego; esté tranquilo el trigo, en el granero se alegrará sin mezcla de malos”. (1)
La parábola del trigo y la cizaña sirve para callar las acusaciones de pretender utilizar como armas los errores y flaquezas de los católicos para condenar como mundana y demoníaca a la Iglesia Católica y justificar sus actos de traición e infidelidad. Decía, también, san Agustín:
”¿Por qué te extrañas de haber descubierto malos en un lugar santo? ¿Ignoras que el primer pecado —de desobediencia— ocurrió en el paraíso y que por esa desobediencia cayó el ángel? ¿Acaso manchó el cielo? Cayó Adán *(Cf Gn 3);* ¿acaso infeccionó el paraíso? Cayó uno de los hijos de Noé *(Cf Gn 9, 20-22);* ¿acaso contaminó la casa del justo? Cayó Judas *(Cf Mt 26, 48-50);* ¿acaso contaminó al coro de los Apóstoles? A veces, según la estimación humana, se cree que algunos son trigo, pero son cizaña; o se cree que algunos son cizaña, pero realmente son trigo. Con la mente puesta en que ignoramos qué es cada cual, dice el Apóstol: No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, e ilumine lo que esconden las tinieblas; entonces manifestará los pensamientos del corazón, y entonces cada uno recibirá de Dios su alabanza *(1Co 4, 5).* La alabanza humana es transitoria. A veces un hombre alaba al malo sin saberlo; a veces el hombre acusa al santo sin saberlo. ¡Dios perdone a los que no saben y socorra a los que sufren a causa de esa ignorancia!”. (ibidem)
Fuente:
(1) Agustín de Hipona; «Sermón: La buena semilla y la cizaña». Sermón 73 A Caillau II,5. Disponible: [deiverbum.org/mt-13_24-43/]
Para compartir:
1.- ¿Qué causas han ocasionado la proliferación de las sectas en las comunidades?
2.- ¿Por qué los pecados y errores de los católicos no impiden ni manchan la santidad de la Iglesia?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc