Apologética en la Liturgia en la Palabra
Miércoles III de Pascua, feria. Ciclo B / Año impar.
Lecturas del día: Hch 8, 1b-8; Sal 65; Jn 6, 35-40.
Comentario:
Hoy debemos aprender algo de la primera lectura que no podemos pasar desapercibido: La actitud de los cristianos que vivieron la persecución que se desató en contra de los primeros discípulos del Señor. Luego del martirio de Esteban, apedreado por los judíos (cf. Hch 7, 57-60), leemos que “comenzó una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén, y todos, fuera de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria” (cf. Hch 8,1b). [1]
Esta primera persecución en la historia de la Iglesia, no afectó a los Apóstoles sino que fue dirigida en contra del resto de los discípulos. Aquellos, que no ocupaban ningún «cargo» en la incipiente jerarquía eclesiástica de entonces (no eran apóstoles), al ser perseguidos en Jerusalén “(…) iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra” (cf. Hch 8,4). Aquí es donde quiero que nos detengamos para resaltar que aquellos hermanos no salieron «huyendo» de la persecución judía; tal como pudiese entenderse de una lectura superficial de este texto bíblico. Por el contrario, salieron de Jerusalén predicando y anunciando las Buenas Nuevas. De haber salido por miedo, nada hubiesen anunciado por cada poblado a donde iban o pasaban; si anunciaban el evangelio era por valentía, compromiso y convicción en que habían creído en la verdad que viene de Dios.
¡Admirable actitud la de aquella generación de cristianos! No se fueron huyendo, dejando solos a sus líderes –los apóstoles- en la misión de difundir el evangelio mientras ellos «se resguardaban» de la persecución, o buscaban un «refugio seguro» para sus vidas; NO. Aquellos valientes pusieron en práctica lo ordenado por Cristo: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc 16,15). Se anticiparon a vivir aquello que, años más tarde, le dijera el apóstol San Pablo a Timoteo (2Tim 1,7-8): “(…) no nos ha dado Dios espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de templanza. No te avergüences jamás del testimonio de nuestro Señor (…)” [2].
Hoy, meditemos en nuestra convicción y compromiso evangelizador. La Iglesia también nos llama a reavivar este compromiso. Por ello, desde sus primeras páginas, el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda: “Todos los fieles de Cristo son llamados a transmitirlo [el evangelio] de generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la comunión fraterna y celebrándola en la liturgia y en la oración” (cf. CIC, numeral: 3).
Fuentes:
[1] Biblia Nácar-Colunga (1977). Biblioteca de Autores Cristianos.
[2] Ídem.
Para compartir:
1.- ¿Has identificado cuál es tu papel en la difusión del evangelio de Nuestro Señor? ¿Cómo le explicarías a un hermano católico que todos tenemos el llamado a ser misioneros?
2.- ¿Qué documento de la Iglesia conoces donde se reitere este llamado a los laicos a ser promotores y difusores del evangelio de Dios?
Elaborado por:
Nelson Ledezma, mfc