Apologética en la Liturgia de la Palabra
Tema: ¿TIENES LOS CELOS DE CRISTO?
Fecha: 27 de septiembre de 2021.
Lunes, XXVI Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo B.
Lecturas del día: Za 8, 1–8; Sal 101, 16-18. 19-21. 22-23; Lc 9, 46–50
Ver lecturas en bible.usccb.org/es/bible/lecturas/092721.cfm
Comentario:
La Sagrada Escritura hoy nos transmite el llamado de Dios a desarrollar el celo que los católicos debemos tener por nuestra fe y nuestra Iglesia.
No es un celo que resulte de autoría o inspiración propia alguna; hecho a la manera y a la medida del hombre. Es unirse, ser instrumento y reflejo vivo del celo de Dios por su Nueva Jerusalén, la ciudad de Sión, la Iglesia, el que muchos católicos ha perdido y abandonado, por preferir simpatizar y congraciar con los poderes e intereses económicos y sociales de los que más se han lucrado y acumulado económicamente en el mundo, y con aquellos que alteran y enseñan otro evangelio diferente al que recibieron desde antiguo. Nos negamos a echar la basura que hemos metido en la Iglesia, a imitar y actuar como Jesús cuando limpió de bandidos y mercaderes de la fe al templo de Jerusalén (cf. Jn 2, 15)
«Así dice Yahveh Sebaot: Con gran celo he celado a Sión, con gran ira la he celado.» (Za 8, 2)
Sigamos el testimonio de San Jerónimo, de quien, en los próximos días celebraremos su onomástico. Él tuvo que convertirse de su aparente pertenencia a Cristo; pues, en su corazón había más simpatía y dedicación a la cultura y a los clásicos griegos, hasta que el propio Cristo en una visión le confrontó diciéndole: «Tú; ¿Cristiano?» Allí, de aquel encuentro con Cristo, comenzó San Jerónimo su camino de conversión y dedicación a estudiar, conocer, vivir, defender y propagar la verdadera fe. Es un gran ejemplo para nosotros su celo por defender y exponer claramente, a finales del siglo IV y comienzos del siglo V, la virginidad de María, el primado de Pedro, el bautismo de los Niños, entre otros.
Es inmenso y agónico el dolor que Cristo siente al presenciar a diario tanta indiferencia y relativismo nuestro conque actuamos ante la mundanización de nuestras vidas, y ante la proliferación de sectas y grupos que arrastran con su incesante proselitismo a millones de católicos a sus filas. Algunos acostumbran a justificar su hibridez manipulando el pasaje que ayer nos trajo la Liturgia con el evangelista Marcos (Mc 9, 38-40), y que hoy la Liturgia nos trae con el evangelista Lucas: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros. Pero Jesús le dijo: No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros.» (Lc 9, 49-50)
Allí, Jesucristo no está bendiciendo y avalando a los que alteran y persiguen a la Iglesia; sino a quienes estando en comunión con Él viven el Evangelio en Unidad y en la pluralidad y diversidad de carismas y dones con que el Espíritu Santo a lo largo de los siglos renueva y enriquece a la única Iglesia fundada por Él.
De su Iglesia, Cristo, ni se desentiende, ni se da por separado. Si realmente le seguimos, ¿por qué, entonces, no llevamos el mismo celo que Él por su amada y sufrida esposa, nuestra madre, la Iglesia?
Para compartir:
1.- ¿Qué señales de relativismo e indiferencia por la Iglesia notamos en muchos católicos?
2.- ¿Soy partícipe y cooperador en ese mal? ¿Qué voy a aportar?
Elaborado por:
P. Héctor Pernía, mfc
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