Testimonio n° 2:
A una señora que dejó el cigarro se le preguntó cómo lo logró, y así respondió:
Tener fuerza de voluntad, y dejar ese vicio. Yo, siendo joven, fui fumadora. Yo misma me lo propuse y le pedí a Dios que por favor, me quitara ese vicio, y empecé. Duré un año fumando. Caí en eso por ver que los demás lo hacían, y por estrés. Yo sentía como que me mareaba. Luego no sentí esos malestares de mareo; me parecía normal después. Cuando me acostumbré, sin embargo, me comenzaron algunas molestias: el olor que agarra el cuerpo. Al hablar, se me salía y lo sentía enseguida. Ese olor se me impregnaba en las manos. Le empecé a sentir repugnancia y mucha incomodidad. Ya, al año, empezaba a fumar y sentía mareos. Y entonces me dije: ¡No! ¡No más! Fumaba cinco o seis al día.
Cuando vi que eso no me iba bien me dije: “lo tengo que dejar”, “lo tengo que dejar”. Me lo propuse y así fue. Yo empecé, seis al día, luego tres, luego uno, hasta que me lo quité por completo. No me lo quité de golpe sino gradualmente. Lo hice sola, pero pidiéndole a Dios y al Espíritu Santo que me ayudaran. Ahora yo veo a personas fumando y no me atrae, no me provocan ansias.
Yo me imagino ahora, además, lo que cuesta una caja de cigarrillos para gastar dinero en algo que no es necesario. Sería hipócrita que me quejara de la situación económica y que esté botando dinero en algo que me está empezando a molestar.
Para compartir:
1.- ¿Por qué no se debe dejar avanzar el uso del cigarro, el tabaco o el chimó?
2.- ¿Qué enseñanzas debemos aprender del modo en que la señora entrevistada dejó de fumar cigarro?
Elaborada por:
P. Héctor Pernía, mfc
Fuente:
Todo el contenido de la publicación fue tomado de la ‘Guía de Auxilio Espiritual’ (2024) elaborada por el mismo autor de esta publicación.