Con el auge de la ideología de género, nos enfrentamos a una alarmante escalada de abuso infantil que es, en muchos casos, “legalizada” y respaldada por los propios Estados. Esto nos prepara para una sociedad donde se incrementarán de manera aterradora la drogadicción, el alcoholismo, la prostitución, el suicidio y el homicidio.Adultos irresponsables y desequilibrados utilizan la ley como un escudo para manipular a los niños, ofreciéndoles falsos beneficios, disfrazando el mal de bien y logrando el respaldo estatal para cambiar genitales en infantes, imponiendo géneros contrarios a su biología y alterando su identidad.
Muchos partidos políticos están en esta cruzada; personas en cargos de diputación o senaduría pactan con intereses malignos, promoviendo la legalización de abominaciones por dinero y poder. Intentan sobornar a instituciones públicas para facilitar la manipulación de la voluntad infantil sobre lo más sagrado de sus vidas: su dignidad e identidad. Critican a la Iglesia Católica por bautizar a niños recién nacidos, pero aprueban el aborto, que priva a criaturas de su derecho a la vida. En estos casos, ¿Dónde quedan los derechos del niño por nacer?
Este camino, comenzando con el consumo de cigarrillos, puede llevar rápidamente a más personas hacia las drogas y, posteriormente, al suicidio. ¿Quién es responsable? Los partidos políticos y quienes ocupan cargos públicos, que con sus leyes están impulsando a la nación hacia la destrucción, agrediendo la semilla y la esperanza de la civilización que representan el niño por nacer y el menor de edad.
La situación actual es preocupante. Aunque estamos ante la impunidad que rodea tales actos, debemos recordar que habrá una justicia divina que no falla. Cada uno de quienes promueven estas legislaciones rendirá cuentas ante el tribunal de Cristo (cf. Rom 14, 10; 2 Cor 5, 10). La condenación de estas almas provendrá del rechazo a la vida y a la dignidad que Dios otorgó a cada ser humano.
Estamos avanzando hacia una sociedad temible y temeraria. Esta ofensa desafía al Creador, ya que ataca el corazón de la humanidad misma. Esto se reflejará en estadísticas escalofriantes de homicidios, suicidios y adicciones. Consultorios de psicólogos, psiquiatras y despachos parroquiales estarán abarrotados de almas destrozadas que buscan ayuda en medio de su desesperanza.
Una persona que fuma y expresa desinterés por vivir, cuestionando el sentido de su existencia, es un claro reflejo de la descomposición social y del mal rumbo trazado por quienes la dirigen. Es vital reconectar con el valor de la vida y la dignidad que cada ser humano posee, para cultivar una sociedad más justa y plena.
Para compartir:
1.- ¿Cómo pueden los ciudadanos involucrarse activamente en la defensa de la vida y la dignidad humana ante la proliferación de leyes que afectan negativamente a la familia?
2.- ¿Qué acciones concretas podríamos implementar en nuestras parroquias o comunidades?
3.- Considerando que el sufrimiento es parte de la vida, ¿cómo podríamos transformar nuestras dificultades personales y sociales en oportunidades para promover el amor, la fe y la unidad en nuestras comunidades?
Elaborada por:
P. Héctor Pernía, mfc
Fuente:
Todo el contenido de la publicación fue tomado de la ‘Guía de Auxilio Espiritual’ (2024) elaborada por el mismo autor de esta publicación.
