Apologética en la Liturgia de la Palabra
¿TE ATACA EL QUE TE CORRIGE?
Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, solemnidad.
Lecturas del día: Ez 33, 7–9; Sal 94, 1–2. 6–9; Rm 13, 8–10; Mt 18, 15–20
Comentario:
¿Es acaso una falta de respeto o una violación a la libertad el hacerle ver a otro su mala conducta?
La apologética de hoy, más que responder a temas de diferencia con grupos no católicos, va dirigida a brindar herramientas de defensa moral a quienes se ven censurados y agredidos cuando intentan cumplir con su responsabilidad moral de orientar, aconsejar o corregir a otras personas.
La sociedad viene deteriorándose de modo alarmante. Las leyes apoyan y tutelan la intolerancia y la censura contra quien denuncie algo inmoral o injusto; mientras campea a sus anchas quienes hacen el mal.
Uno de los espacios más afectados por este trastorno moral es la familia. A muchos ancianos los hijos y nietos les contestan o les alzan la voz groseramente cuando “los intentan aconsejar”. Los mandan a callar diciéndoles: “No te metas en mi vida que yo no me meto en la tuya” o, también, “¿A ti quién te dio permiso para que te metas en mi vida?”; “¡Tú no eres nadie para que me juzgues!”.
Vayamos y tomemos de la sagrada Escritura de este Domingo algunas razones por las cuales, el silenciarse ante el error ajeno, nos convierte en cómplices del mal y nos hace actuar contrarios al mandamiento del amor. Aprendemos del profeta Ezequiel en la primera lectura, que cada uno es responsable no solamente de la salvación de sí mismo, sino también, de la salvación de su prójimo. Dijo así el Señor al profeta Ezequiel:
“A ti, también, hijo de hombre, te he hecho yo centinela de la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte. Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin remedio», y tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida” (Ez 33, 7-9).
En el evangelio (cf. Mt 18, 15-20), Jesús nos recuerda la obligación de corregir al prójimo en sus tropiezos reprendiéndole, primero, a solas; luego – de no cambiar – mediante un mediador; y, por último, si no atiende a la corrección, a través de la amonestación de la comunidad.
Para compartir:
1.- ¿De qué modo vives esta realidad en tu entorno?
2.- ¿Por qué la corrección al prójimo no es una violación a su libertad?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc