III Domingo de Pascua.
Comentario:
El comienzo de la primera lectura de hoy, tomada de Hch 3,13-15.17-19, nos muestra un interesante modo como en el Antiguo Testamento los judíos identificaban al Dios verdadero y se diferenciaban de la idolatría y los falsos dioses que tenían sus pueblos vecinos: griegos, fenicios, cananeos, hititas, egipcios, sirios, entre otros.
Pedro dijo a la gente: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres.»
¿Qué son los Santos para nuestra fe? (1)
Los Santos son para el pueblo de Dios en la Nueva Alianza, lo que para la Antigua fueron grandes siervos como Abraham, Jacob, Isaías, Jeremías, David, Ezequías, Tobías, Ruth, Ester, entre otros. Ellos fueron para los israelitas puntos de referencia y guías seguros para no perderse ni desviarse del Dios verdadero, ante la incontable multiplicación de ídolos que se iban sumando entre una nación politeísta y otra. Por eso decían: “Yahvé, Dios de mi padre Abraham y Dios de mi padre Isaac” (Gn 32,10).
Hoy, ante tanta proliferación de denominaciones protestantes y de falsos pastores, de nuevos movimientos pseudo religiosos y del auge de la superstición y la hechicería; y luego de varios siglos de avanzado el cristianismo, para ir por lo seguro al encuentro del Dios verdadero, los verdaderos discípulos de Cristo toman como referentes o guías a los siervos que el mismo Jesucristo a lo largo de estos siglos ha conquistado y coronado con la gloria de la santidad; por eso pueden decir: ‘Yo creo en el Cristo de San Francisco de Asís, de San Juan Bosco, de San Juan Pablo II, de la beata Madre Teresa de Calcuta’.
¿Qué sería de los cristianos sin los santos?(2)
Ante las fuertes exigencias del Evangelio, la acrecentada paganización del mundo actual, y teniendo solamente a Jesucristo como referente, tal vez muchos podrían decir: ‘¡Eso es imposible de vivirlo! ¡Sólo Cristo pudo porque es Dios y eso fue hace mucho tiempo! Pero ¿nosotros?, ¡No, qué va!
Un santo es como una linterna en la mano de Dios con la que disipa las tinieblas del pecado en cada época y nos lleva a ver con claridad el camino, la verdad, y la vida (cf. Jn 14,6). Con ellos, Cristo el buen pastor, auxilia y protege a las ovejas del peligro y los engaños de los falsos pastores.
De ellos el Papa Emérito Benedicto XVI dice: “Los que tenían y habían vivido la fe en Cristo resucitado, fueron llamados a convertirse en punto de referencia para todos los demás, poniéndolos así en contacto con la Persona y con el Mensaje de Jesús que revela el rostro del Dios vivo”. (3)
El testimonio y la existencia de los santos en cada época son una confirmación y una buena nueva, un poderoso estímulo y anuncio de que, aún hoy y siempre, es posible vivir el evangelio y alcanzar la santidad a la que Dios nos está llamando. El riguroso examen que hace la Iglesia para canonizarlos le da al cristiano garantía y seguridad de decir: ‘puedo imitar y seguir el ejemplo de tal santo porque ha sido exhaustivamente examinada y confirmada su santidad, nada más y nada menos que por los sucesores de los Apóstoles’.
Fuente:
1 y 2. Guía Bíblica de Hospitalitos de la Fe, n. 232, 234
3. BENEDICTO XVI, ‘Transformados por la fe’, Catequesis de Benedicto XVI en el Año de la Fe (2012 – 2013), compiladas por Patricio Olmos, en «Ediciones Logos», Rosario,Y
Argentina, 2013. p. 24.
Para compartir:
1. ¿Habrá relación alguna entre la continua división que sufre el protestantismo y su permanente rechazo a reconocer los Santos? ¿Cuál podría ser?
2. ¿Cuál es el Santo que más te ha ayudado a encontrar y conocer al Cristo verdadero?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc.
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