*Apologética en la Liturgia de la Palabra*
Viernes, VI Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A
*Lecturas del día:* Gn 11, 1-9; Sal 32, 10-15; Mc 8, 34-9.1
*Comentario:*
Quien no toma el camino de la cruz se extravía en falsos cristos.
“Renunciamos a nosotros mismos cuando, renunciando a nuestra antigua vida, nos esforzamos por alcanzar el ideal que nos ofrece nuestra vocación. Llevamos, pues, nuestra cruz, mortificando al cuerpo con la abstinencia, o al alma con la compasión de los males ajenos”.(1)
“Por una piadosa providencia sucede que la contemplación por un momento de una dicha permanente, nos hace soportar mejor la adversidad”. (ibidem)
Si detestamos la Cruz nos convertimos en otro nuevo Pedro que intenta apartar a Cristo del camino a la cruz. Nos convertimos en el mismo tentador y causa de tropiezo que nos aparta de Cristo, el único Salvador; porque, mediante la cruz fue que nos alcanzó la Salvación. “Que es como si [Cristo] dijera a San Pedro: Tú me reprochas que quiera sufrir la pasión, pero yo te digo que no sólo es perjudicial el impedir que yo la sufra, sino que tú mismo no podrás salvarte más que sufriendo”. (2)
”No se salva quien evita los peligros de la cruz, porque, aunque en esta vida llegase a conquistar el mundo entero, ¿qué habría ganado perdiendo su alma? ¿Por ventura tiene otra alma para darla por la suya? Podemos cambiar nuestra casa por dinero, pero si perdemos nuestra alma, no podemos dar otra en cambio. Dice, pues, el Señor prudentemente: «Por cierto de qué le servirá al hombre», etc. Porque por nuestra salvación dio en cambio Dios la preciosa sangre de Jesucristo”. (ibidem)
“La cruz, signo de amor y de entrega total, es el emblema del discípulo llamado a configurarse con Cristo glorioso. Un Padre de la Iglesia de Oriente, que es también un poeta inspirado, Romanos el Melódico, interpela al discípulo con estas palabras: «Tú posees la cruz como bastón; apoya en ella tu juventud. Llévala a tu oración, llévala a la mesa común, llévala a tu cama y por doquier como tu título de gloria. (…) Di a tu esposo que ahora se ha unido a ti: Me echo a tus pies. Da, en tu gran misericordia, la paz a tu universo; a tus Iglesias, tu ayuda; a los pastores, la solicitud; a la grey, la concordia, para que todos, siempre, cantemos nuestra resurrección» (Himno 52 «A los nuevos bautizados», estrofas 19 y 22)”. (1)
*Fuente:*
*(1)* Beda, in Marcum 2,36; [deiverbum.org/mc-08_34-38-hasta-09_01/]
*(2)* San Juan Crisóstomo, hom. in Matthaeum 55,1-3; 56, 1.
*Elaborado por:*
P. Héctor Pernía, mfc