Apologética en la Liturgia de la Palabra
IV Domingo de Cuaresma.
Lecturas del día: Jos 5, 9.10-12; Sal 33, 2–7; 2Cor 5, 17–21; Lc 15, 1-3. 11-32.
Comentario:
Dos grandes maestros de la fe, uno de la antigüedad y otro contemporáneo, Romano el Melódico y Benedicto XVI, nos brindan hoy una sapientísima aplicación de la parábola del hijo pródigo a ciertas conductas inadecuadas a corregir siempre que se presente alguna actitud de envidia porque un pecador o un hereje regrese a la Iglesia:
«Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Escucha a tu padre, tú no estás separado de la Iglesia, tú estás siempre presente a mi lado, con todos los ángeles. Pero éste ha venido cubierto de vergüenza, desnudo y sin belleza, gritando: “Misericordia, porque he pecado, padre, y te suplico como culpable ante tu rostro. Trátame como uno de tus jornaleros y aliméntame, porque tu amas a los hombres, Señor y Amo de los siglos”.
Así, pues, hijo mío, ¡alégrate con todos los invitados al banquete, y mezcla tus cantos al de todos los ángeles, “porque tu hermano estaba perdido y ha sido encontrado, estaba muerto y ha vuelto a la vida”. Con estas palabras, el hijo mayor se dejó persuadir y cantó: “¡Gritad de gozo! Dichosos aquellos a quienes son perdonados los pecados y borradas sus culpas” (cf Sal 131,1) Te alabo, Amigo de los hombres, tú que has salvado a mi hermano, tú el Señor y Amo de los siglos». (1)
Y, ahora, Benedicto XVI, traslada la interpretación de esta misma parábola comparando al hermano mayor y menor del evangelio, con el pueblo de Israel y los pueblos paganos, con los fervorosos y los apartados de la Iglesia:
«Con las figuras de los dos hermanos el texto se sitúa en el mismo corazón de una larga historia bíblica, comenzada con la historia de Caín y Abel, de nuevo con los hermanos Isaac e Ismael, Jacob y Esaú, e interpretada en diferentes parábolas de Jesús. En la predicación de Jesús, las figuras de los dos hermanos reflejan, sobre todo, el problema Israel-paganos… Al descubrir que los paganos son llamados sin someterlos a las obligaciones de la Ley, Israel expresa su disgusto: “En tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya”. Con las palabras: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo” la misericordia de Dios invita a Israel a entrar.
“Pero el significado de este hermano mayor es aún más amplio. En un cierto sentido, representa al hombre devoto, es decir, a todos los que se han quedado con el Padre sin desobedecer nunca sus mandamientos. En el momento en que el pecador regresa, se despierta la envidia, este veneno escondido hasta entonces en el fondo de su alma. ¿Por qué esta envidia? Demuestra que muchos de los “devotos” tienen también ellos escondido en su corazón el deseo de un país lejano y sus alicientes. La envidia revela que estas personas no han comprendido realmente la belleza de la patria, la felicidad del “todo lo mío es tuyo”, la libertad de ser hijos y propietarios. Y así aparece que también ellos desean secretamente la felicidad del país lejano… Y, al fin, no entran a la fiesta; al final se quedan fuera». (2)
Fuente:
(1) Romano el Melódico; Himno: «Dichosos aquellos a quienes son perdonados los pecados»; Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia. deiverbum.org/lc-15_01-03-y-11-32/
(2) Joseph Ratzinger (Benedicto XVI); Retiro: «La envidia de los devotos; ”Un hombre tenía dos hijos”» (Lc 15,11). Predicado en el Vaticano, 1983. [Falta referencia]. deiverbum.org/lc-15_01-03-y-11-32/
Para compartir:
1.- ¿Por qué debe haber fiesta y regocijo siempre que retorna a la Iglesia un hermano que por mala conducta se había retirado?
2.- ¿Con qué actitudes se suele actuar en estos casos con el hermano mayor?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc