19 DIC / B
Sábado, III Semana de Adviento.
*Lecturas del día: Jue 13, 2–7, 24–25; Sal 70, 3–6; 72, 16–17; Lc 1, 5–25*
*Comentario:*
Cuando oigo a personas usando simples argumentos de carácter humano para refutar la virginidad de María, diciendo cosas como «es imposible que una mujer dé a luz y quede virgen»; o que, «lo más natural, por sentido común, es que es normal que todo hombre y toda mujer que se casan tengan relaciones y también que tengan hijos, igualmente José y María tuvieron relaciones y de ellos nacieron más hijos después que Jesús nació».
Como estos ejemplos son casi todos. Siempre pensando como los hombres, como el mundo; con la constante de la mirada y la mente terrenal en sus afirmaciones, o porque interpretan superficialmente y al pie de la letra lo que leen en la Biblia, o porque llevan enferma la capacidad de trascender al sentido teológico propio de cada texto.
Hoy la palabra de Dios nos invita a admirar la sabiduría y grandeza del poder de Dios, que es capaz de vencer la arrogancia de la ciencia y del conocimiento humano embarazando mujeres estériles y ancianas: a la mujer de Manoa (cf. Jue 13, 2-7) y a Isabel, mujer de Zacarias (cf. Lc 1, 5-25)
Canta así el salmista:
«Y vendré a las proezas de Yahveh, recordaré tu justicia, tuya sólo. ¡Oh Dios, desde mi juventud me has instruido, y yo he anunciado hasta hoy tus maravillas!» (Sal 71, 16-17)
Cantemos a Dios por su bondad. Su amor por la humanidad y su solo desvelo por salvarnos y para protegernos de las asechanzas del mal, puso ante la mirada del hombre, signos y señales que nunca jamás el diablo, con sus artes de la simulación y el engaño podría replicar para confundirnos con falsos Mesías y Redentores. Y por ello, con el salmista, nuevamente cantamos:
«¡Tu poderío y tu justicia, oh Dios, hasta los cielos! Tú que has hecho grandes cosas, ¡oh Dios!, ¿quién como tú?» (Sal 71, 19)
¡Oh Señor!. Con Sansón y Juan el Bautista, con sus siervos Isaac (cf. Gn 18, 10) e Ismael (cf. Gn 16, 11), dejaste trazado un portentoso signo profético que enmudece toda pretensión del hombre ufanarse e idolatrarse, o de poderla violentar e impedir. Tu santa voluntad dispuso que todas las madres que se mencionan en la Biblia, en circunstancias extremas para el hombre y tuvieron un hijo por anuncio de un ángel enviado por ti, todos esos niños fueron hijos únicos. Sus madres no tuvieron más hijos. Todos preparaban la venida de Jesucristo y daban mayor importancia y poder a la señal de Is 7, 14: su madre es virgen; y, al igual que aquellas otras mujeres, ella no tendrá más hijos (cf. Lc 1, 30-31).
Para compartir:
1.- ¿Qué te ayuda en la fe conocer este admirable gesto de Dios con las madres de Isaac, Ismael, Sansón, Juan el Bautista y de su Hijo Jesucristo?
2.- ¿Qué importancia tiene en la persona, identidad y misión de Cristo la virginidad de María?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc
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