Apologética en la Liturgia de la Palabra
Martes, XIII Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C
Lecturas del día: Am 3, 1-8; 4, 11–12; Sal 5, 5–8; Mt 8, 23–27
Comentario:
Ten muy presente esta enseñanza de hoy cuando te cruces con alguien que niegue la divinidad de Cristo o que no lo reconozca como el único Mesías y Salvador de la humanidad.
El evangelio de hoy recoge un relato que dice mucho más allá que la sola calma que se produjo en el mar tempestuoso, que casi hundía la barca donde iban Él y sus discípulos.
El texto hace notar la radical diferencia entre sus discípulos, solo hombres, y Jesucristo, Dios hecho realmente hombre sin dejar de ser realmente Dios. El hecho de que los discípulos sean los que están despiertos y de que Cristo duerma mientras la tormenta los azota y amenaza, revela una gran lección: los hombres solos no pueden con las tormentas que se dan en la vida diaria; y no pueden, porque tienen a Cristo dormido en la barca de sus vidas; es decir, porque con su indiferencia lo dejan de un lado en sus planes y ocupaciones cotidianas; porque no tienen tiempo para Él, o porque no es Su voluntad, ni Sus mandatos los que gobiernan sus vidas.
El episodio del evangelio narra, además, la realidad de un acontecimiento que en el Antiguo Testamento solo fue sombra y figura: Jesús hace con el mar lo mismo que el Salmo 106 narra que hizo Dios: dominar y darle órdenes al mar donde su pueblo está en peligro de muerte por el pecado. Veamos la correlación:
”Pero clamaron a Yahvé en su apuro, y él los libró de sus angustias. Se hicieron a la mar con sus naves, comerciando por todo el océano, y vieron las obras de Yahvé, todas sus maravillas en el piélago. A su voz, un viento de borrasca hizo encresparse a las olas; al cielo subían, bajaban al abismo, su espíritu se hundía bajo el peso del mal; daban vuelcos, vacilaban como ebrios, no les valía de nada su pericia. Pero clamaron a Yahvé en su apuro, y él los libró de sus angustias. A silencio redujo la borrasca, las olas callaron a una. Ellos se alegraron al verlas calmarse, y él los llevó al puerto deseado”. (Salmo 106, 19. 23-30).
Ahora veamos, en el evangelio de hoy, el idéntico dato teológico: a Cristo dominando el mar, y por eso el contraste, de estar primero dormido (tiempo de tormenta), y estar Él despierto (increpando al mar y haciéndolo callar):
_“Subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8, 23-27).
La conclusión inequívoca de estas dos referencias bíblicas es solo una: el mismo Dios invisible que dominó el mar rojo para azotar a los egipcios y liberar a Israel, se hizo visible, se encarnó, subió a la barca de la Iglesia naciente (los Doce Apóstoles), y los salvó del peligro de hundirse del mar bravío que los amenazaba. Ese mar representa los ataques del mundo hacia su Nave: la Iglesia.
Para compartir:
1.- Según los textos bíblicos, ¿quién ese ese que hasta el viento y el mar le obedecen?
2.- ¿Qué representan la barca donde iban los Apóstoles, el mar agitado, Cristo dormido, Cristo despierto, y el mar silenciado?
Elaborado por:
Héctor Pernía, mfc
