Solemnidad del Corpus Christi.
*Lecturas del día:* Éx 24, 3–8; Sal 115, 12–13, 15–18; Hb 9, 11–15; Mc 14, 12–16, 22–26.
*Comentario:*
Es asombroso el contraste entre lo que acontece en una Eucaristía y la frialdad tan grande que predomina en la población ante este Santo Sacramento. Y, si grande es ese contraste en los que asisten, que se les ve a algunos con mucha frecuencia mascando chicle o sentados en un banco como distraídos en un parque, más pasmosa es la apatía de aquellos que se consideran católicos y les resbala por completo ir a la santa Misa. Quienes más daño se hacen son las sectas protestantes, que viven combatiéndola. Y todo, por causa del desconocimiento que se tiene de lo que está aconteciendo en ese Sacramento; y, muy especialmente, en los momentos de la Consagración y de la Santa Comunión del Cuerpo de Cristo.
A la Eucaristía es imposible conocerla desde lo que de ella se dice en la calle, o desde lo que dicen sus adversarios, las sectas protestantes que organizan simulacros de la Cena del Señor justamente como arma para evadir, evitar y separar de la Eucaristía a los católicos.
¿Qué tiene de diferente la Santa Misa para que las sectas satánicas no roben el pan que usan para cenas del “señor” en grupos protestantes, sino que solamente lo hagan con la Hostia consagrada en los templos católicos? Es obvia la respuesta: Satanás sabe a dónde enviar a sus súbditos a hacerse daño a sí mismos cometiendo sacrilegio contra el mismo Jesucristo.
Al ir a la Eucaristía tengamos presente las palabras consagratorias que pronuncia el Sacerdote al elevar el pan: “Tomad y comed este es mi cuerpo” (Mc 14, 22); y luego, al levantar el cáliz con el vino: ”Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza…» (Mc 14, 24). Abramos los ojos ante lo que sucede; eso es por ti y para ti. Es Jesucristo uniéndonos a Él, a la eternidad. Es la realidad de la que hablaban, como sombra, figura y profecía, los antiguos sacrificios y actos de alianza hechos por Moisés y los Sumos Sacerdotes con los israelitas para remisión de sus pecados y renovar su alianza para siempre con Dios: Éx 24, 3–8; Lev 17, 11; Sal 50, 5; Éx 24, 6, Éx 24, 8.
En la plenitud de los tiempos, vino Dios y se encarnó; murió para saldar nuestra deuda contraída por el pecado de nuestros primeros padres; lo hizo en la Última Cena para sellar la nueva alianza entre nosotros y Dios comiendo de su cuerpo y bebiendo de su sangre en la Eucaristía (cf. Mc 14, 22-26), y lo llevó a plenitud luego de resucitar, al derramar su misericordia para liberarnos de nuestros pecados mediante el poder y el mandato que le dio a sus apóstoles diciéndoles: “a quienes ustedes les perdonen los pecados les serán perdonados, y a quienes se los retengan les quedarán sin perdonar” (cf. Jn 20, 22-23)
La Eucaristía es la cita que nos hace Dios para salvarnos. Acudamos, pues, con gozo y reverencia a su encuentro.
*Para compartir:*
1. ¿Qué misterio y realidad acontece en cada Eucaristía?
2. ¿Cuál ha de ser la postura y actitud nuestra ante este Sacramento?
*Elaborado por:*
Pbro. Héctor Pernía, mfc