Apologética en la Liturgia de la Palabra
Lecturas del día: Lm 2, 2. 10–14. 18–19; Sal 73, 1-2. 3-4. 5-7. 20-21; Lc 2, 41-51.
Comentario:
En la primera lectura del día de hoy el autor sagrado refiriéndose al pueblo de Dios enfermo y herido por del pecado pregunta: ¿Quién podrá curarte? (Lm 2,13).
Ahora sabemos cuál es la respuesta a esa pregunta, ya que Jesús es la cura del Padre para sanar de raíz el mal que ocasionó la muerte en la humanidad: la transgresión del pecado original. Es tan necesario hablar de esta doctrina en la Iglesia Católica, porque ya hay muchos católicos que niegan creer en ella. No, por nada, crece el número de padres de familia que dejan a sus hijos sin bautizarse.
Las Sectas viven esperando que los católicos les muestren en la Biblia dónde se lean las palabras ‘PECADO ORIGINAL’ para ellos creer en este Dogma de fe. Deberán corregirse de tal postura; porque, no va a ser por el camino de la errada interpretación de la Biblia como se llegará a la verdad. No por el hecho de no aparecer – literalmente – en la Biblia los teléfonos móviles nos vamos a frustrar o a bloquear contra estos objetos. Una correcta orientación le ayudará a comprender que, en Gn 1, 26 dice que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza; y, con ello, la capacidad para fabricarlos.
De Jesús se dice en el Evangelio: «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades» (Mt 8, 17). Allí yace en síntesis el argumento focal de la doctrina que sostiene el dogma del Pecado Original. Para abordarlo, nos ayudaremos de la siguiente exposición hecha por San Ambrosio de Milán, obispo y doctor de la Iglesia (Nació en Tréveris el 337 ó 339, y murió en el año 397): *(1)*
«Cuando nuestro Señor Jesucristo se decidió a asumir nuestra carne para purificarla en sí mismo, ¿qué es lo que primero debió abolir sino el contagio del primer pecado? Y comoquiera que la culpa había penetrado por el camino de la desobediencia, al transgredir los mandatos divinos lo primero que había que restaurar es la obediencia, para destruir de este modo el foco del error. En ella residía, en efecto, la raíz del pecado.
Por eso, como buen médico, debió proceder primeramente a amputar las raíces del mal para que los bordes de la herida pudieran percibir el saludable remedio de los medicamentos. De poco serviría curar el exterior de la herida, si en el interior campan los gérmenes del contagio; más aún, la herida empeora si se cierra en el exterior, mientras en el interior los virus desencadenan los ardores de la fiebre. Porque ¿de qué serviría el perdón del pecado, si el afecto permanece intacto? Sería como cerrar una herida sin haberla sanado.»
«Quiso desinfectar la herida, para sanar el afecto y no dejar alternativa alguna a la desobediencia. Asumió él la obediencia para inoculárnosla a nosotros. Esto es lo que convenía, pues ya que por la desobediencia de uno la gran mayoría se convirtió en pecadora, viceversa, por la obediencia de uno, muchos se convirtieran en justos»._
Fuente:
(1) Documento en Línea: AMBROSIO de Milán; Sobre los Salmos: Asumió Cristo la obediencia para inoculárnosla a nosotros. «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades» (Mt 8,17). deiverbum.org/mt-08_05-17/
Para compartir:
1.- ¿Qué fundamento doctrinal sostiene el Dogma del Pecado Original?
2.- ¿Qué parte del texto sobre el escrito de San Ambrosio de Milán te llamó más la atención? ¿Por qué?
Elaborado por:
P. Héctor Pernía, mfc