¿Por qué la Iglesia no puede aprobar el divorcio?

Lecturas del día: 1Re 19, 9–16; Sal 27, 7–9, 13–14; Mt 5, 27–32.

Comentario:

Hoy el evangelio aborda el tema del divorcio y el adulterio; razón propicia para entregar un mensaje de orientación respecto a porqué la Iglesia Católica no puede aprobar el divorcio.

José Aldazabal, en su libro ‘Enséñame tus Caminos,’ reflexionando el evangelio de hoy, hace ver cómo, para Jesucristo, “el divorcio va contra el plan de Dios, que quiere un amor fiel en la vida matrimonial. El divorcio es la preparación del adulterio. Se ve cómo el Antiguo Testamento está siendo perfeccionado y corregido por Jesús, que quiere restaurar el plan inicial de Dios sobre el amor, con una fidelidad indisoluble. Defiende, de paso, la dignidad de la mujer, porque rechaza la fácil ley que permitía al marido repudiar a su mujer por cualquier causa. Una fidelidad así exige, a veces, renuncias. Las palabras de Jesús parecen muy duras: prescindir de un ojo o de una mano, si son ocasión de escándalo (….) Si dentro de nosotros están arraigados el orgullo, o la pereza, o la codicia, o el rencor, poco haremos para su corrección si no atacamos esa raíz.” (1)

En muchos ambientes, a quien defienda la fidelidad conyugal lo tratan como si hubiese cometido un delito, y consideran gran benefactor social a quien auspicie y exija la aprobación del divorcio o niegue la necesidad del Matrimonio. No es lejano al rechazo que sufrió el profeta Elías (cf. 1Re 19, 9–16), el precio que en estos tiempos tiene que pagar quien defienda los valores del matrimonio ante la familia, los amigos, o en las instancias donde se discuten y deciden las leyes.

Igual que en la antigüedad, la gente hoy quiere un Dios complaciente, hecho a la medida de sus costumbres y gustos; y condenan de retrógrado, violador de derechos humanos, anti social, incitador al odio, discriminador, y pare de contar, a quien les objete sus vanidades.

Hay personas que confunden y llaman divorcio a los trámites de nulidad matrimonial, como si fuesen lo mismo, y por eso vuelan los rumores y las falsas informaciones de que ahora el Papa Francisco sí aprobó el divorcio. Comprendiendo la brevedad que exige la extensión de esta publicación, debo centrarme en dar una orientación del por qué la Iglesia no puede aprobar el divorcio, y exhortar al lector a documentarse para que pueda distinguir, y no confundir, divorcio con nulidad matrimonial.

Dice José Aldazabal, “La Iglesia, ni divorcia ni separa” (1) ”El Señor Jesús insiste en la intención original del Creador que quería un matrimonio indisoluble (cf. Mt 5, 31-32; 19, 3-9; Mc 10, 9; Lc 16, 18; 1Cor 7, 10-11), y deroga la tolerancia que se había introducido en la ley antigua (cf. Mt 19, 7-9)” (2)

Muchos viven como aquellos antiguos contemporáneos de Elías, ignorando a Cristo y yendo a la Iglesia a exigirle que retorne la tolerancia que de los israelitas que le exigieron a Moisés que les hiciera una ley que les permitiera repudiar fácil a la esposa y separarse de ella.

La tecnología avanza y asombra, pero sorprende que pasan los siglos y permanecen, sin dar un paso adelante, la terquedad y la obstinación del corazón del hombre contra su Creador exigiéndole el permiso de la infidelidad matrimonial.

Fuente:

[1] ALDAZABAL, José, “Enséñame tus caminos”; Semanas X-XXI., Vol 5, CPL, Barcelona, 1997, pp. 27-30; tomado de, https://www.deiverbum.org/homilías_semana-10_tiempo-ordinario_dia-06-viernes_par/