Lunes, XIII Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C
Lecturas del día: Am 2, 6–10. 13-16; Sal 49, 16–23; Mt 8, 18–22.
Comentario:
La pobreza vivida como acto de desprendimiento de lo terrenal y de confianza plena en la Providencia divina es un signo visible que distingue claramente a quien habla y actúa de parte de Dios, de quien se vale del Evangelio para lucrarse y escalar socialmente siguiendo el camino de las tinieblas.
Es la pobreza voluntaria, la que filtra y desnuda la diferencia entre el verdadero discípulo de Cristo y el falso; entre el cristiano auténtico y el apartado de Cristo. Este parámetro mide la separación del camino de Cristo en los cristianos, sea católico o no católico.
Y, ¿Por qué es la pobreza material, un filtro evaluador? Porque, la razón de ser de un cristiano es seguir a Cristo, ser su discípulo, y vivir como Él, que fue pobre. Los evangelios dan testimonio de la pobreza en la que Cristo vivía. Mateo recoge la conversación entre Jesús y un escriba que se ofreció para seguirle a donde quiera que fuera, y la respuesta de Jesús que le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt 8, 20).
Son muchas las evidencias de la pobreza en la que Cristo eligió vivir. San Charles de Foucould, recientemente canonizado por el Papa Francisco, en uno de sus escritos para ejercicios espirituales, escribió esta bella oración en la que resume todo cuanto dicen los evangelios sobre la pobreza de Cristo, y la obligación moral de todo discípulo de vivir como Él, lo que pone al descubierto la desviación de muchos grupos protestantes que hacen de la prosperidad y la opulencia el fin principal de sus predicaciones y actividades proselitistas:
¡Oh, Señor mío, Jesús, he aquí esta divina pobreza! ¡Con qué razón es necesario que tú mismo me instruyas! ¡Tú querías tanto la pobreza!… En tu vida mortal era tu fiel compañera. La has dejado como heredad a tus santos, a todos aquellos que quieren seguirte, a todos los que quieren ser discípulos tuyos. La has enseñado con los ejemplos de toda tu vida. La has glorificado, declarado bienaventurada, necesaria. Has elegido como padres a unos pobres trabajadores. Has nacido en una cueva que servía de establo. Has sido pobre en las peripecias de tu infancia. Tus primeros adoradores eran los pastores. En tu presentación en el templo fueron ofrecidos dos pichones, el don de los pobres. Has vivido treinta años como pobre trabajador, en este Nazaret que tengo la dicha poder conocer, donde tengo el gozo… de recoger estiércol.
Luego, durante tu vida pública, has vivido de limosna en medio de unos pescadores pobres que te habías escogido como compañeros. «Sin una piedra donde reclinar la cabeza». En el Calvario, fuiste despojado de todos tus vestidos, tu única posesión, y los soldados echaron la suerte sobre ellos, a ver a quien tocaba. Moriste desnudo y fuiste sepultado por limosna, por unos extranjeros. «Dichosos los pobres» (Mt 5, 3)
¡Señor mío, Jesús, aquel que te ama de todo corazón, no queriendo ser más rico que tú, su bien-amado, llegará muy pronto a ser pobre!”. (1)
Fuente:
(1) DE FOULCAULD, Charles; “Escritos Espirituales: Se hizo pobre para enriquecernos. «El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» *(Mt 8,20)*; Retiro En Nazaret. Escritos espirituales [fr]; Disponible en: deiverbum.org/mt-08_18-22/
Para compartir:
1.- ¿Por qué la pobreza voluntaria en quienes guían a otros en la fe, es semilla sembrada que luego recoge abundantes cosechas de Providencia Divina?
2.- ¿Qué hace distanciar de Cristo a quien vive de la codicia y hace del Evangelio un producto para lucrarse mediante el engaño y la manipulación?
Elaborado por:
Héctor Pernía, mfc.
