Apologética en la Liturgia de la Palabra
¿PIERDES LA FE CUANDO NO SE DA LO QUE LE PIDES A DIOS?
Lunes, XVIII Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A
Lecturas del día: Nm 11, 4b–15; Sal 80, 12–17; Mt 14, 13–21
Comentario:
Las sectas, la brujería, el secularismo… no son los únicos enemigos y peligros que rondan a la fe de un cristiano. También arremete duramente contra la fe, la actitud de vivir dándole la espalda a Dios; al mismo tiempo que le pedimos nos conceda esto o aquello, y si no se cumple lo pedido, entonces vienen los desfallecimientos de la fe o nos impacientamos contra Dios y contra la Iglesia, nos dejamos llevar por la desesperación, el inmediatismo, y salimos a buscar la solución donde sea, así sea con el diablo.
Esto sucede con mucha frecuencia en personas de cualquier edad, niños, jóvenes y adultos. Es la consecuencia de la debilidad en la fe, que vive aferrada de las cosas materiales y de lo que dicten los propios sentimientos e impulsos. No faltan las incoherencias, cuando, en cosas que salen mal, producto de nuestras propias decisiones rebeldes y caprichosas; salimos luego a culpar y achacar a Dios la culpa de las desgracias, siendo que hemos sido nosotros mismos, con nuestros pecados, los autores responsables.
La primera lectura de la Liturgia de hoy representa esta situación. El pueblo de Israel se había apartado de los Mandamientos de Dios, y luego vivía murmurando y descargándose contra Dios y contra su siervo Moisés porque padecían miseria y escasez. El pecado conduce a la ruina, y eso es lo que Dios justamente le hace ver al pueblo de Israel: “Pero mi pueblo no me quiso oír, e Israel no me obedeció. Los dejé, pues, que siguieran sus caprichos y caminaran según su parecer” (Sal 80, 12-13).
A menudo se consiguen personas que fueron a visitar brujos y espiritistas luego que se cansaron de pedirle a Dios y ver que no aparecía con nada para solucionar las situaciones o necesidades que tenían, y luego andan con angustias y miedos porque hay espíritus que los atormentan, o porque no hay paz donde viven.
El Evangelio es la vacuna preventiva, protectora y sanadora a ese peligro que ronda a la fe. Jesús es el Dios vivo, presente y actuante en aquellos que mantienen firme su confianza en Él y hacen siempre su voluntad. Para ellos son las promesas que en el Salmo Dios nos anuncia: “Ah, si mi pueblo me escuchara, si Israel fuera por mis caminos, sometería en un instante a sus enemigos, volvería mi mano contra sus opresores. (…) a él, con flor de trigo lo alimentaría y con miel de la roca lo saciaría” (Sal 80, 14-17).
Para compartir:
1.- ¿Tienes protegida tu fe ante las tribulaciones, cumpliendo los Mandamientos de Dios?
2.- ¿Acudes a Dios para oírle y cumplir su voluntad, o sólo para pedirle solución a tus necesidades?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc