Gloriosísimo príncipe de los ejércitos celestiales,
san Miguel Arcángel,
defiéndenos en el combate
contra los principados y las potestades,
contra los caudillos
de estas tinieblas del mundo,
contra los espíritus malignos
esparcidos en los aires.
Ven en auxilio de los hombres
que Dios hizo a su imagen y semejanza;
y rescató, a gran precio,
de la tiranía del demonio.
A ti te venera la Iglesia
como su guardián y patrono.
A ti confió el Señor las almas redimidas
para colocarlas en el sitio
de la suprema felicidad.
Ruega pues, al Dios de la paz,
que aplaste al demonio bajo nuestros pies,
quitándole todo poder
para retener cautivos a los hombres
y hacer daño a la Iglesia.
Pon nuestras oraciones
bajo la mirada del Altísimo,
a fin de que descienda, cuanto antes,
sobre nosotros las misericordias del Señor.
Y sujeta al dragón,
aquella antigua serpiente
que es el diablo y satanás,
para precipitarlo encadenado a los abismos,
de manera que no pueda nunca más
seducir a las naciones.
Amen.