Apologética en la Liturgia de la Palabra
¡NO VAYAS A CULTOS FALSOS!
Sábado, XVI Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A
Santos Marta, María y Lázaro, memoria obligatoria.
Lecturas del día: Ex 24, 3-8; Sal 49, 1b – 2. 5-6. 14-15; Jn 11, 19-27.
Comentario:
Así como un billete falso no es billete, y solo sirve para engañar incautos; de igual forma son los miles de lugares donde se congregan quienes hacen su «iglesia» aparte de la fundada por Cristo.
La Cena del Señor, entendida como culto con Sacrificio de una Víctima viva que salve al pecador, y no como una reunión para comer y llenarse el estómago o para hacer representaciones teatrales de Jesús dando a comer pan y vino, era una promesa ya anunciada por Dios a través del Salmista, cuando dijo: «Reunid ante mí a mis adeptos, que sellaron mi alianza con sacrificios» (Sal 49, 5). Creemos que Jesús nos reúne para que le comamos, y no para hagamos una obra de teatro de su Última Cena; y lo creemos porque lo fundamental para salvarse es creer en la palabra de Cristo (cf. Mc 14, 22-24; Jn 6, 51-57), tal como le dice hoy Jesucristo a Marta en el evangelio, en Jn 11, 25-26.
Dios ordenó a sus fieles congregarse a rendirle culto mediante un sacrificio; y, mediante la sangre de ese sacrificio, renovar su Alianza con Él para ser rescatados de la muerte a la Vida. En la antigua Liturgia (cf. Ex 24, 1-8), el pueblo de Dios se preparaba y caminaba hacia los dos momentos del culto en la nueva Alianza: Liturgia de la Palabra y Liturgia del Sacrificio Salvífico.
Moisés y el pueblo no se presentaban al culto al estilo protestante; con carne y sangre simbólica, representativa; y, menos aún, reduciendo el culto a satisfacer emociones con cantos, gritos, abrazos que elevaran, hasta el éxtasis, los sentimientos de los israelitas.
El modo de hacer el culto lo prescribe Dios y no los hombres.
Él ordena que esté presente el Sacrificio Expiatorio por nuestros pecados; o sea, Cristo inmolado que se nos da a comer y a beber, Él mismo, para renovar la Alianza de comunión con Él. Recordamos lo que dijo: “Reúnan a mis fieles ante mí, que con un sacrificio sellaron mi alianza” (Sal 49, 5). Así lo hacía Moisés: con machos cabríos (cf. Ex 24, 8); así lo hacemos los cristianos: Llevando a la Cena del Señor el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; Jesucristo vivo, dándose a comer para unir el hombre a Dios y darle la vida eterna (cf. Mt 26, 26-28). Debemos entender que, sin la presencia de sangre real y verdadera de la Víctima Redentora, todo culto queda hueco, vacío y vano; una piedra de tropiezo puesta por el diablo para que no lleguemos al Culto instituido por Cristo en la Última Cena: la Santa Eucaristía.
El único culto donde se encuentran las condiciones necesarias para el verdadero culto es la Santa Eucaristía. Allí los fieles se reúnen ante un sacrificio, y llevan pan y vino, a la manera de Cristo, Sumo Sacerdote, en la Última Cena, pues Él es la Víctima por cuya sangre son redimidos nuestros pecados (cf. Gn 14, 18-20; Hb 9, 11-14). Porque, como dice en otros dos lugares de la Biblia: ”Según la Ley, casi todo ha de ser purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay remisión” (Hb 9, 22); ”Porque la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras vidas, pues la expiación por la vida se hace con la sangre” (Lv 17, 11).
Para compartir:
1.- Entre la Eucaristía de la Iglesia Católica, las “cenas del Señor” y reuniones de grupos protestantes, ¿cuáles son acordes y fieles a la Sagrada Escritura? ¿Por qué?
2.- ¿En qué le afecta a una persona apartarse de la Eucaristía e irse a esos lugares?
Elaborado por:
P. Héctor Pernía, mfc