(Diálogo inspirado en el encuentro
entre el Etíope y Felipe en Hch 8, 26-40)
FELIPE: No se necesita sumergir a una persona en un río para que el Bautismo sea válido.
ETÍOPE: ¿Por qué me dices eso, Felipe?
FELIPE: Es posible que hayan quienes te pretendan convencer de que el único bautismo válido sea sumergiéndose en el agua. A eso lo llamamos así: “BAUTISMO POR INMERSIÓN”.
ETÍOPE: A mí no me bautizaron así. Mi papá me dijo que cuando a mí me bautizaron me echaron agua en la cabeza. ¿A eso como le dicen?
FELIPE: A eso se le llama BAUTISMO POR INFUSIÓN. Te voy a contar algo muy interesante: el bautismo por inmersión era muy practicado por los primeros cristianos en la noche de Pascua. Estos, cuando salían de la piscina recibían una vestidura blanca que llevaban durante una semana, hasta el domingo siguiente llamado domingo in albis depositis)[1]. También lo hacían por infusión. La Didajé estableció que cuando no hubiese agua suficiente para la inmersión se procediera a bautizar vertiendo agua sobre la cabeza de la persona.
ETÍOPE: ¿Y existe en la Biblia algún caso de alguien que haya sido bautizado como me bautizaron a mí?
FELIPE: Los bautismos por infusión sí están presentes en la Biblia y el caso de Pablo es un ejemplo de ello, pues fue bautizado de esta forma: “Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos, al instante cayeron de sus ojos como unas escamas y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró fuerzas” (Hch 9,17-19). Es oportuno recordar que en las casas de aquel tiempo no había piscinas o tinas. Así también Hch 16,33 narra un bautismo en una cárcel: “en aquella misma hora de la noche, el carcelero los tomó consigo… inmediatamente recibió el bautismo él y todos los suyos”.
Aunque el término BAUTIZAR significa en sí mismo SUMERGIR, podemos caer en el error de pensar que se refiere, literalmente hablando, a hacerlo en AGUA. Nos imaginaríamos entonces un río, una piscina o algo semejante. El Bautismo cristiano se refiere a SUMERGIRNOS EN CRISTO, en su PASIÓN Y MUERTE, para salir también victoriosos CON ÉL Y POR ÉL Y PARA ÉL, participando en su RESURRECCIÓN. CRISTO ES EL AGUA VIVA que nos hace renacer a una nueva vida, a ser nuevas criaturas, a ser HIJOS DE DIOS. Por eso no usamos agua simple sino agua bendita.
Si fuese necesario y exclusivo realizar el bautismo por inmersión en el agua, se estaría exponiendo a miles de millones de personas a nunca poderse bautizar y, por ende, a verse privados de entrar en el Reino de los Cielos: tal es el caso de los presos, los enfermos en los hospitales o en la casa de sus familiares, los pueblos de los áridos desiertos de Siria y África y aquellos que viven en los congelados glaciares del planeta. Y ¿cómo obligar a todos a bautizarse en los pocos ríos existentes en lugares lejanos a lagos y mares, si muchísimos de ellos están severamente contaminados?, o ¿cómo llevarlos a aquellos sofisticados y lujosos lugares de culto donde existen piscinas construidas con el objetivo de “bautizar” a los nuevos prosélitos.
[1] (DS 449: Iº Concilio ecuménico de Lión en el año 1254) (El nombre de «Dominica in albis» es uno de los más antiguos. En realidad es «in albis vestibus depositis», es decir, cuando los neófitos (los que habían sido bautizados en la Vigilia Pascual), asistían dicho Domingo a la celebración de la Santa Misa, habiendo ya depuesto (en las vísperas del sábado de la Octava) sus albas o vestiduras blancas, recibidas aquella noche en que renacieron a la vida eterna y que habían vestido durante toda la Octava.
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