Apologética en la Liturgia de la Palabra
Lunes, III Semana de Cuaresma. Ciclo A
Lecturas del día: 2Re 5, 1–15a; Sal 41, 2.3; 42, 3.4; Lc 4, 24–30.
Comentario:
Creer en Dios pasa, también, por dejarnos conducir por sus Ministros en la tierra.
Eliseo se negó a recibir a Naamán con sus obsequios aduladores y le ordenó que fuera a bañarse siete veces en el río Jordán (cf. 2Re 5, 1-16). Hoy, muchos que adulan al Papa, a los obispos y los sacerdotes, se enojan si se les pide que se pongan al día con los Sacramentos y la Fe de la Iglesia. Tal vez, la cura y superación de los desaciertos e infortunios que acompañan a la vida de todo ser humano, pasen por la necesaria humillación de sus propios egos obedeciendo lo que la Iglesia Católica, mediante sus autoridades, en nombre de Cristo, le manda hacer. Naamán aceptó, al fin, bañarse en el río donde Eliseo le ordenó y se sanó de la lepra; éstos, deberán sumergirse, hoy, en el río de los Sacramentos – en Cristo –. Siete fueron las veces que Eliseo le ordenó a Naamán sumergirse en el río Jordán; indicando que, en la plenitud de los tiempos, el hombre que quiera salvarse deberá sumergirse en los siete Sacramentos de la Iglesia.
Los que hacen a un lado a la Iglesia Católica también lloran, también se enferman, también atraviesan fracturas en su seno familiar, quiebras económicas, traición, accidentes, pérdidas. Son igual de frágiles, el rico y el pobre, el opulento y el indigente. En esta generación, donde reinan la apariencia, la desobediencia y apostasía, la egolatría, la inmoralidad y la vanidad; más de un Naamán encontraría su ansiada salud y recuperación aceptando el consejo del más humilde indigente, quien le podría decir algo así: “¡Vaya a hacerlo, que nada le cuesta! ¡Vaya a inclinarse, obedeciendo con humildad, a los ministros de Cristo en la tierra!”.
El primer fruto que encontrarían en esa comunión con los pastores de la Iglesia sería el reencuentro con Jesucristo en plenitud, mediante la gracia que en abundancia Él les prodiga, justo, a través de dichos pastores: el ser acogidos por Cristo en su cuerpo recibiendo el santo Bautismo, el hallar por fin descanso en sus almas acudiendo al Sacramento de la Reconciliación, el hacerse uno con Cristo mismo y adquirir poder para alejar el demonio al comulgar su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía, el ser elegido como testigo suyo para construir su Reino al acceder al Sacramento de la Confirmación, el hallar alivio y recuperación de su salud corporal mediante la Unción de los Enfermos; el ser unidos a Él para la edificación de su obra salvadora en la vocación al Matrimonio o el Orden Sacerdotal.
El goce de la abundancia de las gracias y bendiciones de Dios para nuestras vidas, pasan todas por acercarnos como nuevos Naamán, dejando a un lado la arrogancia, el orgullo, la soberbia, la negatividad; escuchando el consejo de los humildes que están cerca nuestro, y acudiendo con respeto y fe a hacer lo que los nuevos Eliseos de hoy, los Ministros legítimos de Dios, nos indiquen hacer.
Naamán encontró el auxilio de Dios en un ministro que no era de su patria; como diciendo que, más de un hermano protestante, dirigente o miembro, puede encontrar el consuelo y liberación de sus cargas y dolores humanos y espirituales acudiendo a un laico comprometido o presbítero católico.
Los incrédulos y rebeldes descubrirán que Dios está, justo, donde no quieren ir: en la Iglesia Católica.
Para compartir:
1.- ¿Conoces personas no católicas acudiendo a sacerdotes católicos buscando solucionar sus dificultades? Comparta con alguien ese testimonio
2.- ¿Qué lección personal te ha dejado el testimonio de Naamán, el Sirio y este tema de hoy?
Elaborado por:
P. Héctor Pernía, mfc