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Liturgia<📖>Apologética
De la Liturgia de la Palabra
I de Navidad, Ciclo C, Año Impar
Fecha: 26 de diciembre de 2018
San Esteban, protomártirComentario: La liturgia de hoy, nos habla de las consecuencias de ser misioneros de Cristo. En la primera lectura (Hch 6,8-10;7,54-60, se narra el martirio de Esteban y en el Evangelio (Mt 10,17-22), Jesús nos advierte de los padecimientos que sufriremos por su causa, es decir, que dista demasiado de los actuales misioneros, muchísimos más de algunos que dicen ser cristianos y que sus hechos revelan que no son templos del Espíritu Santo. Buscando en la web encontré un artículo que habla sobre los frutos del martirio, de Michael Hull. Lo resumí pero pueden encontrarlo en el siguiente link: *http://www.clerus.org/clerus/dati/2004-05/31-13/07MarSp.html.*
El martirio es el testimonio final de Jesucristo y de la verdad de la Fe católica. …Los frutos del martirio son tanto individuales como comunitarios. A nivel individual, el mártir da un testimonio prístino de Jesucristo y por ello se asegura su unión con el Redentor a través de una estrecha identificación con el mismo sufrimiento y muerte del Señor. A nivel comunitario, el acto del martirio es eficaz para todo el mundo puesto que se lo percibe como al acto de una persona que entrega su vida a imitación del Salvador del mundo.
El término «mártir» tiene su raíz en el término griego martus que significa «testigo.» Ha entrado en la lengua inglesa a través de las referencias hechas en Hech 1:8 y 22, en los que la identificación con el testimonio del Señor en cuanto a la difusión de la fe está estrechamente relacionada con el sufrimiento y la muerte por la fe. El mártir en cuanto tal, por lo tanto, es aquella persona que sigue siendo leal hasta el final porque sabe cuál es el fin propio del hombre: conocer, amar y servir a Dios en este mundo para alcanzar la felicidad con Él en la vida eterna. Por esta razón, la Iglesia ha venerado a sus mártires desde los primeros días hasta la actualidad con gran devoción. San Ignacio de Antioquia escribió tan anhelamente sobre su inminente martirio en la Epístola a los romanos: «Dejad que me devoren las bestias, que es mi manera de llegar a Dios. Soy el trigo de Dios, y debo ser molido por los dientes de las bestias salvajes, para que pueda llegar a ser el pan puro de Cristo» (4.1).
La sangre de los mártires de la Iglesia primitiva produjo no solamente la conversión de millones de personas, sino también el fortalecimiento de la fe de millones de personas. En su carta apostólica Tertio millennio adveniente, Juan Pablo II nos recuerda que la sangre de los mártires no es un fenómeno exclusivo de la Iglesia primitiva. «Al término del segundo milenio, la Iglesia ha vuelto de nuevo a ser Iglesia de mártires. Las persecuciones de creyentes —sacerdotes, religiosos y laicos— han supuesto una gran siembra de mártires en varias partes del mundo» (número 37). Nada mueve más al espíritu que la imitación clara de Cristo que se encuentra siguiéndolo en su sufrimiento hasta la muerte, con la firme convicción de compartir su resurrección. Los frutos del martirio nos rodean por todas partes. Porque en un mundo presa del pecado y la desesperanza, seguimos encontrando católicos que se regocijan ante la posibilidad de sufrir la «humillación por el bien de su nombre» ( Hch 5:40).
Preguntas para compartir:
1) ¿Crees que existen hoy, los mártires? ¿Puedes nombrar a alguno?
2) ¿Qué opinas acerca del Martirio y las consecuencias por seguir a Cristo?.
Elaborada por:
Adelina Ruíz Mfc.
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