*Lecturas del día:* 1Jn 2, 29 – 3, 6; Sal 97; Jn 1, 29-34.
*Comentario:*
Para la enseñanza de hoy es muy importante la publicación de ayer sobre la diferencia entre el bautismo católico y el protestante. Ahora, este día, se nos revela el paso más importante, más allá del bautismo, al que Dios nos convoca a todos para estar más plenamente con Él en esta vida y en la eternidad: SER SANTOS.
Aquí nos encontramos la objeción y el obstáculo de la mayoría de los grupos protestantes, que condenan como falsos dioses a todos los santos que la Iglesia Católica canoniza, diciendo que el único Santo es Jesucristo; a pesar de que, sorprendentemente, entre ellos, hay dirigentes y seguidores que se autoproclaman santos y presumen, para siempre, ya no ser más pecadores, que eso era cuando eran católicos.
Veamos de modo directo el texto que nos trae la carta del apóstol Juan sobre la santidad:
_“Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Por eso el mundo no nos conoce porque no le reconoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado todavía lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica, porque él es puro.”_ *(1Jn 3, 1-3)*
Vayamos, paso a paso, evidenciando el llamado y la gracia de ser santos.
*En el verso uno:* se nos confirma el gozo de saber que desde el bautismo, somos hijos de Dios; y que si muchos no conocen a la Iglesia Católica, es porque, primero, no han conocido a Dios. Eso es lo primero que necesitan atender aquellos hermanos que quieran hablar de la Iglesia Católica sin equivocarse: deben conocer a Jesucristo, desde Jesucristo, no desde sus propias cabezas prejuiciadas de anti catolicismo.
*En el verso dos:* se nos impulsa, como a atletas, a emprender la carrera de la vida hasta lograr que se manifieste en cada uno la promesa que Dios tiene preparada para nosotros, una meta más gloriosa que la sola filiación espiritual del bautismo: la Santidad.
*En el verso tres:* se nos revela cuál es la meta de todo cristiano: verle tal cual es, y para ello, es necesario ser Santos, como Él es Santo. Por el anhelo y el propósito de tal gracia y esperanza, entendemos cuál ha de ser nuestra principal ocupación aquí en la tierra: purificarnos en Dios, porque Dios es puro.
La Iglesia reconoce como Santos aquellos bautizados que emprendieron y llegaron a dicha meta, y lo hace porque así se lo ha ordenado el Señor: _»Porque los que guarden las cosas santas serán reconocidos santos»_ *(Sb 6, 10).*
Entre el bautismo y la santificación hay algo semejante a la carrera de atletas. Imaginemos a todos los bautizados en la línea de partida, a todos se les da a saber que la meta es la Santidad, y que para llegar a esa cumbre deberán superar pruebas y muchos desafíos. Durante la carrera, se ve a muchos abandonar, a medida que les domina el cansancio y la fatiga, o que les domina la seducción del pecado. Muchos (los católicos que se fueron a las Sectas) se retiraron porque en el camino el diablo se les atravesó en la mente con una tentación diciéndoles: «–Idiota, ¿por qué usted corre hacia una meta que no existe? Eso de los Santos es un engaño católico. ¡Sálgase de la carrera!». Los que no caen en esos tropiezos, y se les ve perseverar hasta el final: esos son los SANTOS.
*Para compartir:*
1.- _¿Qué bases doctrinales nos dan los textos bíblicos de hoy sobre la santidad?_
2.- _¿Qué otros textos corroboran esta doctrina?_
*Elaborado por:*
P. Héctor Pernía, mfc.