Miércoles Santo.
Lecturas del día: Is 50, 4–9; Sal 68, 8–10, 21–22, 31, 33–34; Mt 26, 14–25
Comentario:
Por negarse la oportunidad de conocer a Cristo y por hacerse una idea errónea de Él, Judas Iscariote cayó en el pecado de la traición. Tal vez pensaba que Cristo tenía que ser un gran líder como los de este mundo; y su decepción al oírlo hablar de su muerte en la cruz y verlo montarse en un burro para hacer su entrada triunfal como rey en Jerusalén, lo llevó a preferir más unas monedas que seguirlo.
Estamos acostumbrados a ver y hablar de la traición de Judas a Cristo, pero eludimos tocar este tema en nosotros, porque tal vez nos salen espinas. Más de uno reaccionaría a la defensiva y de modo agresivo, porque nos cuesta muchísimo darnos cuenta y reconocer los errores que cometemos.
Son muy actuales las palabras de San Pablo acusando la traición de quienes, habiendo recibido el evangelio verdadero, se cambian y se van con otros que vienen con sus propias interpretaciones y versiones del evangelio: “Me maravillo de que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo, para pasaros a otro evangelio” (Gal 1, 6)
La traición en la fe está hoy por todas partes.
Los hijos violentan la fe que recibieron de sus antepasados, y sin vergüenza alguna andan ahora entre brujerías, espiritismo, ocultismo, bisuterías espirituales de la nueva era, yoga, reiky, meditaciones trascendentales, vibraciones, espiritismo, astrología, horóscopos, feng shui, o en las redes del primer grupo de fachada “cristiana” que se les cruce por el camino. Les va, a estos hermanos, la misma advertencia de San Pablo: “Ahora vienen a predicarles a otro Jesús, no como se lo predicamos, y les proponen un espíritu diferente del que recibieron, y un evangelio diferente del que abrazaron. ¡Y lo aceptan sin dificultad!” (2Cor 11, 4)
Es alarmante la frialdad con la que muchos católicos, antes de conocer primero su Iglesia, van y le creen al primer anticatólico que hable mal de ella, y luego se convierten en sus primeros perseguidores. Jesucristo les dice: “Sé sin embargo que el amor de Dios no está en ustedes, porque he venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben. Si algún otro viene en su propio nombre, a ése sí lo acogerán.” (Jn 5, 43)
Algunos prefieren creerle más a Carlos Marx que a Jesucristo y se vuelcan contra la Iglesia y los valores cristianos desde la adoración y postración a una ideología absolutista.
Otros han dado la espalda a Cristo y ahora son musulmanes; en muchos casos, por ambiciones de poder y por el dios dinero. Se unen, por ejemplo, con una pareja musulmán que les garantiza estabilidad económica y por ser esa una religión cuyo objetivo real es el control social y político en cualquier lugar donde se establece. Ahí Mahoma pasa a ser solo un amuleto, y la religión, el poder.
Hoy, como ayer, a Jesús le vemos con muy pocos discípulos al pie de la cruz.
Para compartir:
1.- ¿De qué manera yo mismo(a) he traicionado a Cristo?
2.- ¿Qué diferencias podemos apreciar entre la traición de Judas y la negación de Pedro a Jesucristo?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc
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