IX Sem. T. Ordinario
Comentario:
Leyendo la profecía de San Pablo en la primera lectura de la Misa de hoy, caemos en cuenta de que la misma tiene en estos tiempos un sorprendente cumplimiento:
“Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.” 2Tim 4, 3-4
Ciertamente, aunque el surgimiento de nuevas doctrinas y sectas contrarias a la fe cristiana siempre ha acompañado la historia de la Iglesia desde su nacimiento en Cristo; no se ha conocido una época como la actual, en la que se haya desatado de manera tan vertiginosa, tal cual como una epidemia, la apostasía, la renuncia al bautismo y la multiplicación de falsas doctrinas, sectas y pastores en muchísimos países del mundo, al punto de que, en muchos países de Europa y América Latina, como Honduras, Chile o República Dominicana, la población que los sigue ha llegado a superar incluso a los miembros de la Iglesia histórica y bíblicamente fundada por Cristo.
El hecho de que la misma Palabra de Dios nos haya advertido de que iban a venir estos tiempos, nos sirve como oportuna y providencial gracia de Dios, porque eso nos pone enseguida en alerta y prevención para que no actuemos como ingenuos llamando “iglesia”, “cristianos”, o “evangélicos” a cuanto grupo o persona se presenten como tales. Ya hay grupos que incluso le usurpan el título de “católica” a la Iglesia Católica y la enfrentan y desafían.
El Espíritu Santo nos manda a permanecer en la sana doctrina; esto es, a no creer de buenas a primeras en cuanto libro, película, canción o lugar de reuniones que se auto anuncie como cristianos o evangélicos, sino a acudir más bien a conocer y a ser fieles a la doctrina que desde los inicios, y durante el correr de los siglos, ha conservado y continuado de manera íntegra la misma fe de la Iglesia sobre la cual Jesucristo estableció a Pedro como piedra angular (cf. Jn 1, 24; Mt 16, 17-19), la Iglesia sobre la cual sopló el Espíritu Santo para darles el poder de perdonar los pecados (cf. Jn 20, 22-23), y le hizo la promesa de estar todos los días con ella hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20).
En conclusión, para permanecer en la sana doctrina y protegerse de las sectas, los verdaderos cristianos y evangélicos se reúnen y protegen unos a otros, estando todos juntos en la única Iglesia que viene directamente desde el mismo Jesucristo: la Iglesia Católica
Para compartir:
1-. ¿Por qué es tan importante conocer la sana doctrina para poder descubrir cuál es la Iglesia verdadera de Cristo?
2-. ¿Cómo se distingue la sana doctrina del Evangelio de las que son falsas doctrinas y falsos evangelios?
Elaborada por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc.