*Lecturas del día:* 1Sam 8, 4–22; Sal 89, 16–17, 18–19; Mc 2, 1–12.
*Comentario:*
Así vive el hombre según la carne, dice san Pablo en *Rm 8, 7:* _“las tendencias de la carne llevan al odio a Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden.”_ Por eso muchos son reactivos ante el deber de ir a confesarse con un sacerdote. Dicen: ¿Para qué confesarme con un hombre que igual o más pecador que yo?
Los que viven y ven todo solo terrenalmente no pueden entender que un hombre absuelva los pecados a otros hombres. Eran como ellos los maestros de la Ley, que al ver a Jesucristo perdonando pecados, pensaron de Él: _“¿Cómo puede decir eso? Realmente se burla de Dios. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?”_ *(Mc 2, 5-7)*
Les pasa con los sacerdotes lo mismo que a los maestros de la Ley con Jesucristo: ¿Qué pensaban de Él? Que era un hombre común como ellos. ¿Veían a Dios en él? ¡No! Pues tampoco los hombres de este mundo ven en los sacerdotes a ministros de Cristo, y por eso los tratan igual. Era de esperarse que dijeran de los ministros de Cristo lo mismo que dijeron de Cristo. Simplemente se cumple lo anunciado por Cristo: _“Porque si así tratan al árbol verde, ¿qué harán con el seco?”_ *(Lc 23, 31)*
¿Por qué lo hacen? Porque no habita en ellos el espíritu de Dios. Les domina la codicia del poder religioso, el orgullo, la soberbia, el egoísmo. La cárcel de su propia condición carnal les dificulta ver las cosas que son de Dios desde Dios. Para las cosas del mundo aceptan rápidamente que tantos jueces corruptos que hay, dicten sentencias de prisión por 30 o más años, a imputados tal vez menos cargados de delitos que ellos. ¿Por qué no se preguntan con qué poder si andan más hundidas en delito e inmoralidad? Saben que lo hacen, no porque ellos mismos se otorguen ese poder, sino porque lo reciben de una autoridad mayor: el Estado.
La ceguera espiritual y la dureza de sus corazones les impide aceptar (aunque lo saben, lo han leído en la Biblia) que Cristo tiene toda autoridad, y que le dio a sus doce apóstoles (hombres) plena facultad y poder para liberar o para retener a los hombres de sus pecados: _»Reciban el Espíritu Santo: a quienes ustedes perdonen sus pecados, queden perdonados, y a quienes se los retengan, queden retenidos»_ *(Jn 20, 22-23)*
Los que viven según el espíritu confiesan sus pecados ante los sacerdotes con avivamiento. Los dirige la Palabra de Dios y no sus cálculos humanos. Son los discípulos de Jesucristo, porque obedecen su mandato de ir a los ministros que Él instituyó. Van firmes en su fe, atenidos sólo a la voz de Jesucristo. No los retrocede el pecado del sacerdote que en nombre de Cristo le va a absolver de sus miserias.
*Para compartir:*
1) _¿Por qué hay personas que prefieren pagar y decir sus cosas privadas a brujos, psicólogos y psiquiatras, o borrachos; y no lo quieren hacer ante ministros, que de modo gratuito les van a dar el perdón de Cristo?_
2) _¿Qué sucede ante el sacramento de la confesión, cuando dejamos de vivir según la carne y pasamos a vivir según el espíritu de Dios?_
*Elaborado por:*
Pbro. Héctor Pernía, mfc
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