XIV Sem. T. Ordinario
Comentario:
«¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!» (Is 6,3)
Este texto es el usado en la Eucaristía antes del Prefacio y Félix María Arocena, en su libro En el corazón de la liturgia: la celebración eucarística, describe de manera sustanciosa cada momento de la misa, por eso me permito transcribir estos textos que aluden a la liturgia de hoy. Él dice: El prefacio es un poema, un canto lleno de alegría y de reconocimiento, el canto de las criaturas que reconocen su Salvación. Eso sí, es una acción de gracias particularmente solemne: los términos que se emplean hacen del prefacio un texto de gran envergadura estilística y la melodía que le acompaña contribuye grandemente a la sonoridad que colma de majestad toda la pieza.
Tras el prefacio sigue el Sanctus. El texto del Sanctus está tomado, fundamentalmente, de Isaías, cuando el profeta describe la teofanía en el templo. (Is 6,3) En ese momento, los serafines entonan el canto alternante del Sanctus. … el texto del prefacio está dotado de un vigor enorme que imprime una línea de adoración que recorrerá, como hilo de oro, toda la plegaria eucarística. Así se explica que una rúbrica del tardomedioevo prescribiera que el celebrante pronunciase el Sanctus profundamente inclinado.
Convendría que fuéramos conscientes de que al escuchar el prefacio y al cantar el Sanctus estamos dando gracias a Dios por sus maravillas – la Creación, la Redención, la Santificación- y esa modalidad de la oración es tan genuinamente cristiana que, cuando la Iglesia canta así, se está autoexpresando a SÍ misma.
El autor manifiesta que seamos conscientes de la majestuosidad de estos momentos y de los que comprende la Misa. Hago eco de esta invitación a degustar, a vivir y a celebrar con verdadera entrega y presencia en el Señor cada misa. Somos la única Iglesia donde Dios se nos revela y se hace presente para comulgar con Él. Hemos de entender, asimilar e internalizar, que asistir a la eucaristía no es para divertirnos, ni para entretenernos un rato, ni pretendamos que sea un momento más de nuestra cotidianidad, mucho menos para obligar a los que no van. A veces quedo perpleja con las actividades o momentos que se inventa en la misa para `enamorar` a los feligreses; realmente considero que, para invitarlos a seguir a Cristo, hay muchísimas otras circunstancias y actividades que pueden servir con tal propósito.
La misa es un tesoro que hemos de aprender a valorar, de respetar, de hacer nuestra, es donde vamos a visitar a Jesús, compartimos su pan, su vino y masticamos su cuerpo y bebemos su sangre para poder vivir en el mundo y ser antorchas de su luz y como dice el canto: para poder llevar sabor de su existencia. Ir a misa es disfrutar de un pedacito de cielo, así que cuando vayamos, recordemos o hagamos de cuenta que estamos en el cielo.
Pompartir:
1.- ¿Qué es la misa para ti?
2.- ¿Conoces la sacralidad de cada uno de sus momentos?
Elaborada por:
Adelina Ruíz Mfc