Érase una vez, en los bosques de la Sagrada Escritura, un lugar muy especial que Jesucristo fue a buscar. Recogió todos los materiales y un inmenso y majestuoso Papagayo Jesucristo elaboró. Poco a poco y con amor cada paso calculó; y siempre hacia los cielos, en Dios Padre se encomendó.
Cada detalle el bien lo cuidó, con sus Apóstoles los travesaños y la estructura toda lista le quedó. En el centro de la estructura con los palos una Cruz como la suya todo lo aguantó. Luego con papel de la obediencia de sus hijos engendrados en el Bautismo lo forró y así bien protegido contra el viento le quedó. Abajo, una larga cola de FE en Dios le amarró. Y ante los movimientos firmeza y estabilidad le consiguió. Al frente con tres cuerdas, la fe, la esperanza y la caridad, una larguísima cuerda desde la tierra al reino de los Cielos el Papagayo estaba casi listo para ascender.
Nuestro Señor Jesucristo es todo un artista, y al pliego del papagayo, únicos e inigualables detalles le pintó: arriba la imagen de su Madre María, que a todo ruego suyo su corazón siempre atendió. A un lado estaba un altar, sobre el cual en Cuerpo y Sangre en cada Santa Misa verdaderamente El siempre iba a estar. Del otro lado sus decretos, comenzó a redactar y en hermoso dibujo de pergamino eternas sentencias comenzó a declarar: comenzó por el mismo Papagayo a quien tomó por cuerpo suyo por su Esposa, la nueva Israel por la cual su vida dio. No había otra en aquel momento; sólo la Iglesia Católica allí se presentó, ya que fue El mismo quien la constituyó. Allí sin duda y con firmeza entregó en ella su misión: perdonar pecados, expulsar demonios, anunciar su nombre y también consagrar y convertir en su Cuerpo y Sangre el pan y el vino que en ofrenda el pueblo al altar debía llevar.
De todo el Papagayo El por siempre su cabeza iba a ser y todo el Papagayo sería su cuerpo y todos movimientos El iba a gobernar.
Cuando terminado estaba todo, El vio que muchos a su lado miraban lo que de sus manos estaba listo para volar. Miró el Señor con sabios ojos, y a uno de ellos la cuerda le entregó. Curiosa era la cuerda, pues de una llave Jesucristo la sujetó y al Apóstol Pedro después de bien examinarlo, firmemente en sus manos se la encomendó. No lo dejo en esto solo, 11 amigos más a su lado le nombró. El sería el guía de ellos, de cómo enseñarles a llevar el Papagayo a todos los pueblos y siempre en comunión.
Todos ellos fueron testigos, cuando Jesucristo a Pedro el Papagayo le entregó. Por eso siempre con respeto, cada Apóstol a Pedro obedeció. Y así Jesús subió al cielo, luego un viento fuerte El mandó, y con María y los doce allí reunidos, a todos los aires del universo el Papagayo fue a volar.
Y así pasaron los tiempos, hasta 1521, solo ese Papagayo en el cielo se divisó. Ocurrió un día que un señor llamado Martín Lutero, otro Papagayo construyó. No aceptó el que tenía Pedro, no toleraba que le hablaran de la Tradición, no estaba de acuerdo con muchos decretos que allí Jesucristo redactó. Igual siguió su obra, y de pronto en los aires otro Papagayo apareció. Una frase muy gigante, en el papel le escribió: ESTA SI ES LA IGLESIA… Martín Lutero debajo firmó.
Muchos dibujos de aquel Papagayo que Jesucristo mismo allí fabricó y pintó, vino Lutero y por su cuenta con un borrador los desapareció. Luego vinieron otros años, y otros muchos papagayos, nuevamente en los aires por todas partes el pueblo vio… cada uno decía lo mismo: “ESTA SI ES LA IGLESIA, y estaba allí la firma de quien lo inventó, supuestamente por un sueño que Jesucristo mismo le reveló”
Todo era confusión para quien a Cristo iba a buscar, pues todos los que hicieron papagayos, decían lo mismo que por una visión o en sueño, Dios también le dijo que un nuevo papagayo levantara a volar.
Algunos a Pedro lo atacaban, lo empujaban y el Papagayo le trataban de tumbar. Un secreto allí ocurría, nadie se lo podía explicar. Y era que allí se cumplía, la promesa de Jesucristo que siempre a Pedro lo iba a custodiar.
No todos los que vieron aquellos aires cargados de confusión, se quedaron con la duda, y pronto los más inteligentes y sensatos, la VERDAD fueron todos a buscar.
La BIBLIA fue el bosque, donde ellos todos fueron a dar. Allí estaba escrito, el primero que el Papagayo iba a volar. Pedro era el nombre de aquel a quien Jesucristo le entregó el Papagayo que un día y para siempre El mismo construyó. Siguieron buscando documentos, y todos la mismísima información, a ellos dio.
Fueron entonces donde el Papagayo que más pinta de viejo y fuerte pudiera tener. Con curiosidad encontraron al Papa Benedicto XVI que con el Papagayo entre sus manos, el Evangelio se disponía a leer. Les llamo la atención todos sus dibujos, y los decretos que en el papel todavía se podía ver. Comparaban todo con la BIBLIA y sorprendidos de cada detalle más y más maravillados se sentían ya. Le preguntaron a Benedicto, que porque El lo tenía entre sus manos… Y por un momento y con paciencia, de sus bolsillos una cadenita El sacó.
Eran muchos eslabones, 265 pudieron contar. El Primero era Pedro, y El era el último que se podía contar. Toda la cuenta de los eslabones de una cita bíblica se podían sujetar… era en un metal lindo y precioso, oro puro del corazón de Dios. Aquella era MATEO 16, 19, cita Bíblica que podía comprobar. Que aquel siempre polémico Papagayo fue el mismísimo que Jesucristo echó a volar. (Autor: P. Hector Pernia, sdb)