V Domingo del Tiempo Ordinario, solemnidad. Ciclo B / Año impar.
Lecturas del día: Jb 7,1-4.6-7; Sal 146,1-6; 1 Co 9,16-19.22-23; Mc 1,29-39.
*Comentario:*
Que apropiado meditar el texto que tenemos hoy en la primera lectura, pues en la actualidad abundan los que se dicen “apóstoles”, “profetas” y “pastores” -hombres y mujeres-, quienes han hecho del “mensaje de Dios” un negocio personal que se asemeja más a una empresa secular que a una encomienda divina. Hoy el apóstol San Pablo, con la valoración que él mismo hizo de su predicación, nos dejó unas pautas para discernir quién realmente predica por elección de Dios y quién por capricho humano.
Para comenzar dice: “El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo” (1Co 9, 16) es decir, no predica para enaltecerse a sí mismo. Recordemos que el “orgullo” o la “soberbia”, es esa “estima de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la atención y el honor (…)” (1). El verdadero mensajero de Dios no se llena de orgullo por lo que hace; no busca ser “protagonista” al anunciar la “Palabra de Dios”.
Nótese que lo correcto es todo lo contrario a lo que hacen muchos “Predicadores” de hoy: Hay quienes rechazan que los ministros de Dios (los verdaderos: nuestros obispos y sacerdotes) utilicen ORNAMENTOS SAGRADOS (entiéndase: vestiduras “especiales”) -diciendo que eso es “pompa” y “vanidad”- pero aquellos usan lujosos trajes de diseñador y valiosas prendas. Ignoran que, además de su mensaje simbólico, los “ornamentos sagrados” permiten que lo “humano” quede oculto -debajo- de los mismos; sólo destacan los ornamentos, no las “marcas” de trajes y prendas. Ni hablar aquí, con el perdón de las feministas, de las “predicadoras” (“pastoras”, “profetas”) que “orgullosamente” se jactan de -una mal entendida- “igualdad de género” porque ellas han logrado desempeñar un oficio “de hombres” (cf. 1 Tim 2, 12).
Otra pauta. Nos dice el apóstol: “Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga”. Es decir, no se predica por el placer de hacerlo, porque “me siento bien haciéndolo”, porque “me satisface”. Pues no; el verdadero predicador de Dios lo hace por “encargo” de Dios, tal como el apóstol nos dice: “(…) me han encargado este oficio”. El verdadero gozo del predicador auténtico de Dios está en “pensar de sí” que sólo es “un siervo inútil” que ha hecho lo que debía hacer (cf. Lc 17, 10). Se requiere un discernimiento -a la luz de la Iglesia y sus legítimos pastores- para reconocer ese “encargo” de Dios; nunca ha de ser una “intuición” personal.
*Fuente:*
*(1)* Son siete…Los pecados capitales. http://es.catholic.net/op/articulos/7200/son-sietelos-pecados-capitales-orgullo-avaricia-gula-lujuria-pereza-ira-y-envidia.html#modal
*Para compartir:*
1.- ¿Crees posible que sería más fácil para nuestros obispos y sacerdotes, recordar que deben ser humildes si sólo usaran vestiduras seculares?
2.- ¿Te sientes “llamado” por Dios a predicar? ¿Puedes identificar si lo que te motiva a hacerlo está en armonía con la Biblia y con el Magisterio de la Iglesia?
*Elaborado por:*
Nelson Ledezma, mfc