Día VI dentro de la Octava de Navidad.
Lecturas del día: 1Jn 2, 12-17; Sal 95, 7-8a.8b-9.10; Lc 2, 36-40.
Comentario:
En ciertos sectores de la cristiandad hay quienes difunden el llamado “Evangelio de la Prosperidad”. Afirman que una evidencia de haber sido aceptado por Dios, de ser salvo y heredero de la vida eterna, es el éxito material y económico en esta vida terrena. En realidad, tal doctrina no es nueva -aunque se haya popularizado en los últimos años-; tiene su origen en la “Predestinación” que enseñara el teólogo protestante Juan Calvino en la Ginebra del siglo XVI, quien afirmaba que los cristianos podían tener seguridad de su “predestinación” si lograban ser exitosos en esta vida. De esa manera Calvino rechazaba las enseñanzas católicas sobre el valor del sacrificio, el sufragio y los méritos de nuestros sufrimientos ofrecidos a Dios.
Sin embargo, hoy el Apóstol San Juan -en la primera lectura- nos recuerda que hay una clara oposición entre esas cosas “terrenales” que el mundo ofrece y la voluntad de Dios. Al respecto dice:
“No amen al mundo, ni lo que hay en el mundo (…) porque nada de lo que el mundo ofrece viene del Padre, sino del mundo mismo. Y esto es lo que el mundo ofrece: los malos deseos de la naturaleza humana, el deseo de poseer lo que agrada a los ojos, y el orgullo de las riquezas”. *(1)*
No significa lo anterior -como creen los enemigos de la fe católica- que la Iglesia promueva el conformismo, la pobreza y el fracaso material. La Iglesia predica es el “desprendimiento de las riquezas”, es decir, preferir a Jesús por encima de todos los bienes. Al respecto el Catecismo señala:
“(…) El precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los cielos” y añade que los cristianos “(…) han de intentar orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no les impidan (…) buscar el amor perfecto” (2)
A su vez, para el Concilio Vaticano II el progreso económico es de “(…) gran relevancia para el Reino de Dios, en la medida en que puede contribuir a un mejor ordenamiento de la sociedad humana”. (3)
En consecuencia, aprendamos a desechar la falsa “prosperidad” que nos aleja de servir al prójimo, a través del desprendimiento de los bienes materiales que Dios nos concede y nos permite obtener.
Fuente:
(1) 1Jn 2, 15a-16. Dios Habla Hoy, Biblia con Deuterocanónicos.
(2) Catecismo de la Iglesia Católica, Numerales:2544 y 2545.
(3) Gaudium et Spes, 39. Citado por: DOCAT Latinoamérica ¿Qué hacer? Pág.166. Grupo Editorial Verbo Divino.
Para compartir:
1.- ¿De qué manera crees que los bienes materiales te alejan de Dios o te acercan a él?
2.- ¿Has visto como los que defienden el “Evangelio de la Prosperidad” se hunden en la falta de amor al prójimo? ¿Puedes explicar por qué?
*Elaborado por:*
Nelson Ledezma, mfc