Apologética en la Liturgia de la Palabra
Viernes, I Semana de Cuaresma, feria. Ciclo B / Año impar.
Lecturas del día: Ez 18, 21-28; Sal 129, 1-8; Mt 5, 20-26.
Comentario:
Hoy el evangelio nos trae unas palabras de Jesús que aluden al juicio personal ante Dios. Ampliando el alcance de la Ley, y partiendo del quinto mandamiento: «no matarás» (cf. Ex 20, 13), el Señor nos enseña que seremos juzgados hasta por nuestras palabras. Afirma que: «si uno llama a su hermano <imbécil>, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama <necio>, merece la condena (…) del fuego» (cf. Mt 5, 22).
Quienes conocen la Ley del AT (Thorá judía) saben que ante el Sanedrín (o consejo de ancianos judíos) no se comparece por sólo decir «malas palabras» en contra de alguien. Por lo tanto Jesús, al referirse al «sanedrín», está haciendo alusión es al juicio personal tras la muerte. Por ello sigue su exhortación «(…) vete primero a reconciliarte con tu hermano (…) procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía DE CAMINO». ¿Cuál camino? Este que seguimos mientras peregrinamos en la vida. Luego siguen unas palabras que la Iglesia las entiende como referidas a un tiempo de PURIFICACIÓN: «(…) En verdad te digo que no saldrás de ALLÍ hasta que hayas pagado el último céntimo» (cf. Mt 5, 26).
Que tales palabras no se aplican al infierno, queda claro por cuánto dice «no saldrás de allí hasta que hayas pagado»; es decir, que SÍ se sale de ese lugar una vez pagada la deuda (la PENA TEMPORAL del pecado como lo enseña la Iglesia) [1]. Mientras que del infierno no se sale (cf. Mt 25, 41.46; Mc 9, 43-48). A su vez, en Mt 12, 32 encontramos otras palabras de Jesús que nos hablan de esta PURIFICACIÓN: «no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro”. Ese “otro mundo” (o “siglo venidero”, como dicen otras versiones de la Biblia) [2] no puede ser otro que aquello que viene después de la muerte; pues: “(…) está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio” (Hb 9, 27).
En Hebreos también leemos: “Procurad (…) la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hb 12, 14) y San Pablo escribió: “(…) la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego (…) aquel cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego” (1Co 3, 13-15). Es decir, para llegar a la presencia de Dios debemos ser Santos, sin mancha alguna del pecado. Tales manchas deben ser borradas, debemos ser purificados; al lugar de esta purificación le llamamos: PURGATORIO (cf. Dn 12, 10).
Fuentes:
*[1]* Catecismo de la Iglesia Católica, Numeral 1472.
*[2]* Biblia Reina-Valera (RVR-1960, RVR-1995). Sociedades Bíblicas Unidas.
Para compartir:
1.- Lee los numerales 1030 al 1032 del Catecismo y responde: ¿Qué diferencia al purgatorio del infierno? ¿Para quienes es necesario el purgatorio?
2.- ¿Cómo le explicarías a un protestante que creer en el purgatorio es exaltar la misericordia y la justicia perfecta de Dios?
Elaborado por:
Nelson Ledezma, mfc
