Apologética en la Liturgia de la Palabra
Fecha: 13 de enero de 2021.
Miércoles de la primera semana del tiempo ordinario, feria. San Hilario, Obispo y Doctor de la Iglesia. Memoria libre.
Lecturas del día: Hb 2, 14-18; Sal 104; Mc 1, 29-39
Comentario:
Un error que hoy día podemos notar entre cristianos -incluso católicos- es sólo mirar la naturaleza divina de Jesucristo, creer que, por ser “Hijo de Dios”, es que pudo llevar una vida perfecta por cuanto estaba alejado de nuestra realidad humana; incluso, se puede llegar a pensar que Él no tuvo una naturaleza humana auténtica. No se trata de un error nuevo, por el contrario, ya desde los primeros siglos del cristianismo surgieron quienes rechazaban la naturaleza humana de Jesucristo. Ejemplo de aquellos, serían los “Docetistas” (del griego dokein: “parecer”) quienes interpretaban la encarnación del Verbo de Dios sólo como una mera apariencia (1). También encontramos en la historia a los “Monofisitas”, para quienes la naturaleza humana «había dejado de existir como tal en Cristo al ser asumida por su persona divina de Hijo de Dios» (2).
Pues bien, sin ahondar en otras tantas herejías históricas, hoy queremos destacar que Jesús es «inseparablemente verdadero Dios y verdadero hombre» (3). No como escuché decir una vez a un alma piadosa, pero equivocada, al referirse a la pasión y crucifixión de nuestro Señor: «Jesús tenía que ser Hijo de Dios para aguantar todo lo que aguantó. Un ser humano no aguanta tanto castigo». Tal pensamiento no mira a Jesús de cerca, lo ve lejano; así no logra captar la riqueza del amor de Dios manifestada en su auténtica encarnación. Esta verdad de fe, es algo que la primera lectura de hoy nos lo ratifica. En efecto leemos: «de nuestra carne y sangre participó también Jesús (…) tenía que parecerse en todo a sus hermanos (…) como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella» (Hb 2, 14-18).
En cuanto hombre, en su naturaleza humana, Jesucristo creció en sabiduría (Lc 2, 52), sintió cansancio (Jn 4, 6), tuvo sed (Jn 4, 7-8; 19,28), tuvo hambre (Mt 4, 2), comió (Lc 24, 41-43), se enojó (Mc 3, 5; 11,15; Jn 2, 15-17), tuvo sueño (Mt 8, 24), lloró (Juan 11, 35), se conmovió (Jn 11,38); en fin, tuvo un cuerpo de carne y hueso como nosotros. Fue igual a nosotros, excepto en el pecado (Hb 4, 15). Esto último no lo hace más humano, por cuanto el pecado no nos “humaniza más”, por el contrario, degrada nuestra naturaleza humana y Jesús vino no a imitarnos, sino a mostrarnos como ser perfectos para Dios.
Fuente:
(1) “Docetismo”, Disponible en: http://es.catholic.net/op/articulos/19189/docetismo.html#modal
(2) Catecismo de la Iglesia Católica. Numeral 467.
(3) Catecismo de la Iglesia Católica. Numeral 469.
Para compartir:
1.- ¿Alguna vez pensaste que un ser humano «normal» no podría aguantar lo que Cristo padeció en Su Pasión? ¿Cuál crees que fue tu error?
2.- ¿Por lo que conoces de Jesús, cómo crees que el reaccionaría en esas situaciones «humanas» que tú vives? ¿Qué haría él en tu lugar?
Elaborado por:
Nelson Ledezma, mfc
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