Apologética en la Liturgia de la Palabra
HUMILLARSE DELANTE DE DIOS
Miércoles, XVIII Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A
Santa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), religiosa y mártir, patrona de Europa (Memoria Libre).
Lecturas del día: Nm 13, 1-2. 25–14, 1. 26-29. 34-35; Sal 105, 6-7a. 13-14. 21-23; Mt 15, 21–28.
Comentario:
Las lecturas que meditamos el día de hoy nos invitan a tener fe en el Señor, a confiar en sus designios sin importan los problemas y necesidades por las que estemos pasando, y sobre todo, si tenemos conciencia de ser miembros del pueblo de Dios, que es la iglesia. Hoy se nos presentan dos ejemplos: Por una parte, en la primera lectura, un grupo de personas que a pesar de pertenecer al pueblo de Israel (el pueblo elegido por Dios), han perdido su fe y su esperanza en Él. Por otro lado, el evangelio según San Mateo, nos presenta a una mujer cananea que pertenece a otro pueblo que se separó del pueblo de Dios, pero que, a pesar de todo, reconoce a Dios y humildemente acepta que necesitaba de su misericordia. Esta mujer demostró tener una fe que dejó admirado al mismo Señor Jesús.
Para entender la forma tan severa con la que Cristo se dirige a esta mujer tenemos que saber que los judíos y los gentiles (los pueblos no judíos) no se llevaban muy bien, y en tiempos de Cristo los judíos llamaban despectivamente “perros” a los gentiles. Jesús usa esto no porque despreciaba a esta mujer, sino para poner a prueba su fe, diciéndole: “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos” (Mt 15, 26), pero ella, en lugar de enfadarse con Cristo, o de responderle mal, solo se limita a insistirle, humildemente, rebajándose, y reconociendo que necesita de su misericordia, diciendo: “Sí, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (Mt 15, 27).
A veces clamamos al Señor y su respuesta no nos agrada, pero nuestra actitud no es como la de esta mujer cananea. Muchos tendemos a creer que por estar en la iglesia de Cristo ya estamos salvos, y los que no están ya están condenados, pero es posible que alguno de los que aún no está en el redil del Señor tenga más fe que nosotros, y se nos adelante porque supo resistir las pruebas de fe. Porque muchas veces cuando somos probados en la fe, tenemos miedo; nos quedamos de brazos cruzados, no evangelizamos, pensamos que no podremos contra alguna dificultad, misión, o trabajo pastoral y en un mar de quejas nos volvemos contra Dios. Por eso, el Señor, en la primera lectura nos cuestiona diciendo: “¿Hasta cuándo va a seguir protestando contra mí esta comunidad perversa?” (Nm 14, 27).
Nosotros, los cristianos, entendemos que la tierra prometida es el cielo, a donde todos queremos ir, pero quienes protesten contra Dios, quienes no confíen en Él, quienes no tengan fe…¡no entrarán en esa tierra prometida!
Para compartir:
1.- ¿Cómo debes responder a Dios cuando eres probado en la fe?
2.- ¿Qué estás haciendo para ayudar a tu prójimo a recuperar la fe y la esperanza en Dios?
Elaborado por:
Carlos Zavarce, mfc