Miércoles, XXXIV semana del T. Ordinario
Lecturas del día: Dn 5,1-6.13-14.16-17.23-28; Dn 3, 62.63.64.65.66.67; Lc 21, 12-19.
*Comentario:*
La primera lectura de este día nos muestra la fiesta blasfema de Baltazar, donde su insolencia los llevó a tomar los objetos Sagrados para alabar a sus dioses. El profeta Daniel le hace una advertencia que está hoy más vigente que nunca: «…pero no has glorificado al Dios que tiene en sus manos tu propio aliento y de quien dependen todos tus caminos.» (Da 5, 23)
En la lectura del evangelio Jesús nos invita a aceptar las pruebas y saber confiar en su sabiduría, a no desanimarnos, y estar siempre dispuestos: «esto os sucederá para que deis testimonio.» (Lc 21,13)
Pero infortunadamente la falta de Fe, y los problemas de la vida conducen a algunas personas al modo: «pánico». Cuando vienen las dificultades, terminamos dejándonos seducir por el espejismo de ciertas sectas protestantes y su doctrina o evangelio de la prosperidad. El centro de su predicación se basa en que basta reclamar el éxito, el dinero, la salud, el amor, la prosperidad y Dios inmediatamente obedece. En muchos de estos casos esa doctrina va acompañada de la práctica de cobrar, escudados en el pago del diezmo.
Con un ejército de auto denominados pastores, con inversiones millonarias en espacios radiales y televisivos, y una fuerte dosis de sugestión en sus programas, desvían el evangelio hacia un «pare de sufrir».
Este movimiento genera gran parte de sus ganancias en la venta fraudulenta de «objetos sagrados» y siempre debes dejar una colaboración en un sobre, nunca falta la promesa de que el Señor multiplicará su dinero, con la manipulación de imposición de manos, y muchas personas que dicen desmayarse y/o entrar en descanso.
Esta doctrina de la prosperidad, es por supuesto anticatólica. Si bien es cierto que Dios quiere que todos nos salvemos (cf. 1Tim 2,4), hay una condición que debemos cumplir: perseverar en su palabra (cf. Jn 8,31), confiar y dar testimonio.
No existe fórmula mágica, ni un nuevo evangelio de la prosperidad (cf. Gal 1,6-9) Éstos mal llamados pastores, que venden «soluciones a la medida de cada problema» , no son más que impostores (cf. 2Jn 7-11); falsos maestros (cf. 2 Pe 2,1), falsos mesías (cf. Mt 24,24-25) que pretenden ofrecer, un mundo sin dolor a cambio de dinero …
Antes de buscar fórmulas mágicas, el Señor nos pide que nos cuidemos de ellos (cf. Mt 7,15). Nos llama a escuchar su palabra y ponerla en práctica (Mt 7,24-27), confiar nuestro destino a Dios, a quien pertenece. Si lo amamos, debemos guardar su Palabra (cf. Jn 14,15), debemos mantenernos firmes y nos salvaremos (cf. Lc 21,18).
*Para compartir:*
1-. ¿Cómo cristiano tengo mi confianza puesta en Dios o en los hombres?
2-. ¿Dónde habla la Biblia de salvación a cambio de dinero?
*Elaborado por:*
Franklin Terán, mfc