Apologética en la Liturgia de la Palabra
FIESTAS DE DIOS, FIESTAS DE LOS HOMBRES
Sábado, XVII Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A
Lecturas del día: Lv 25, 1. 8–17; Sal 66, 2–3. 5. 7–8; Mt 14, 1–12.
Comentario:
La Palabra de Dios de este sábado nos presenta la oportunidad de recibir una divina enseñanza sobre la diferencia que existe entre la forma, la intención y la finalidad de los festejos de Dios y los de los seres humanos.
En este sentido, tanto la primera lectura de hoy como la de ayer, tomadas del Libro del Levítico, nos hablan sobre las diversas Fiestas que el Pueblo de Israel celebraba a lo largo del Año y a veces – como hoy se menciona respecto al Jubileo – en ocasiones extraordinarias, pero marcadas por una frecuencia de tiempo.
Cada una de las Fiestas ordenadas por Dios en la Antigua Alianza tenían como intención, que el Pueblo viviera nuevamente la Obra de Salvación que Él había hecho en favor de ellos, y que todos y cada uno de los aspectos de la vida del pueblo que no estuvieran en consonancia con el proyecto de gracia, misericordia y justicia de Dios, se amoldaran a Su intención redentora.
De esta forma, para Dios, la Fiesta es un regalo para que el Pueblo experimente nuevamente su Salvación, y la Justicia y la Misericordia se conviertan en el estándar, en el modo de ser de su propia vida. Por eso es que los Profetas, en diversas ocasiones, denunciaron que los israelitas habían descompuesto las Fiestas en honor a Yahwéh, corrompiéndolas con sus intenciones egoístas y sus acciones injustas.
Y es que las Fiestas suelen ser ocupadas por los hombres como una ocasión para manifestar su prepotencia, sus caprichos, su degradación moral, su opresión social, etc. Por eso es que la muerte injusta de San Juan Bautista que escuchamos en el evangelio de hoy, nos muestra cómo un corazón alejado de Dios, jamás podrá ser un corazón que busque, en verdad, el bien de los hombres.
Por esta razón, es que tal y como nos lo recordó San Juan Pablo II ante la celebración del Jubileo del Año 2000 y recientemente el Papa Francisco en el Jubileo de la Misericordia, los Cristianos hemos de convertir nuestros corazones para alegrarnos por lo que Dios se alegra y celebrar como Dios lo hace.
Es verdad que muchas veces el ritualismo en el que han caído algunas comunidades y los pecados personales y sociales que se manifiestan con motivo de las Celebraciones de nuestra Fe Católica dejan mucho que desear. Esto da lugar a que muchas sectas encuentren un motivo para hablar contra nuestra fe, aunque ellos caigan también en cosas semejantes.
Por tanto, es necesaria una evangelización que regenere nuestra fe y la fe de nuestras comunidades para que no sea el dinero ni los vicios los que marquen el rumbo de nuestras celebraciones, sino la experiencia de la Misericordia y Justicia de Dios que transforma nuestras vidas.
Para compartir:
1.- ¿Cómo podríamos sanar nuestras fiestas católicas de las heridas del pecado?
2.- ¿Qué podríamos hacer para que el dinero no sea quien juegue el rol decisivo en nuestras celebraciones y comunidades?
Elaborado por:
P. Christopher Cortés, mfc