Apologética en la Liturgia de la Palabra
FE Y DINERO
Lunes, XIX Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A
San Maximiliano Kolbe, presbítero y mártir, memoria obligatoria.
Lecturas del día: Dt 10, 12–22; Sal 147, 12–15. 19–20; Mt 17, 22–27.
Comentario:
En la escucha de la Palabra de Dios, que hoy nos posibilita la Celebración Eucarística, recibimos un conjunto de textos que nos dan la oportunidad de abordar un asunto que parece contradictorio – sin embargo – no lo es: La relación entre fe y dinero.
Para las culturas antiguas, la donación de ofrendas en especies (animales, cosechas, telas, metales preciosos, maderas, etc.) para los templos donde adoraban a sus divinidades era algo común, tan es así que muchas de las piezas arqueológicas que se van encontrando actualmente tienen que ver con objetos de culto.
Para el Pueblo de Israel el asunto de la relación entre fe y dinero iba más allá de las ofrendas para el culto, pues lo que Dios le pedía en sus Mandamientos y a través de sus Profetas era que TODA SU VIDA fuera JUSTA Y MISERICORDIOSA. Esto fue algo totalmente revolucionario ya que devoción y justicia social estaban divididas en las otras culturas y sus expresiones religiosas, pues uno podía estar «bien» con los «dioses» y ser un desalmado con los hombres.
Por esta razón, Jesús, quien tantas veces había hablado sobre la justicia y la caridad para con el prójimo, en el evangelio de hoy no rechaza pagar el impuesto al Templo, mostrando con esto que el sostenimiento de las necesidades materiales de los lugares de culto no es contra la voluntad de Dios, sino una consecuencia de la fe verdadera.
Lo que sí criticó fue la manera deshonesta de cómo se obtenía o se invertía este dinero por parte de las autoridades del Templo. Sin embargo, querer ocupar el gesto de la Purificación del Templo como un argumento contra el uso de dinero para las necesidades materiales de las Comunidades Cristianas es absurdo, porque el mismo Jesús indicó lo que teníamos que hacer con el dinero.
Todo en la Iglesia es Caridad. Por eso, tanto peca el que ocupa para su egoísmo los bienes comunitarios como el que por egoísmo no contribuye a la Comunidad. Por esta razón es que el Diezmo del Antiguo Testamento ya no permanece de forma igual en el Nuevo, sino que se rompe para no sujetarse a un límite y así hacer de la caridad y la generosidad la medida infinita de la colaboración y comunión entre los Cristianos.
En consecuencia, el Protestante debe dejar de exigir un diezmo que no es cristiano y el Católico – sacerdote o laico – que tiene a su cargo la administración de los bienes materiales de la Comunidad no ha de actuar movido por avaricia o corrupción, sino por el Amor de Cristo y según su Palabra y su modelo.
Para compartir:
1.- ¿El uso que le das al dinero manifiesta tu fe en Jesús?
2.- ¿Cumples el 5to mandamiento de la Iglesia de ayudarla en sus necesidades?
Elaborado por:
P. Christopher Cortés, mfc