Apologética en la Liturgia de la Palabra
FE DE ABRAHAM Y OBRA DE DIOS
Jueves, XIII Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A
Lecturas del día: Gn 22, 1–19; Sal 114, 1-6. 8-9; Mt 9, 1–8
Comentario:
En la escucha de la Palabra de Dios que venimos haciendo durante estos días llegamos en el libro del Génesis a uno de los momentos más fuertes del relato de la Historia de Abraham: el momento de la prueba para dar a conocer a través de su obediencia su Fe en Dios.
En el texto evangélico, por su parte, San Mateo nos comparte el pasaje en el cual Jesús ante la solicitud de quienes le pusieron al frente a un paralítico no responde ni actúa como lo solía realizar, sino que hace una declaración escandalosa e increíble: ¡Perdonados te son tus pecados! Todos, principalmente los escribas y fariseos, se percatan de esto y quedan todavía más impresionados al ver cómo sana físicamente al hombre como un signo visible de una acción invisible.
Aparentemente no parecieran tener relación las lecturas; sin embargo, sí que la tienen, sobre todo porque en el capítulo 8 de San Juan Jesús les dice a los judíos que aunque sean por la Sangre Hijos de Abraham no lo son respecto a la Fe, sobre todo el que no cree en Él no se parece a su Padre Abraham.
Todo lo que Jesús hizo y lo que sigue haciendo en los Sacramentos no puede explicarse desde un corazón incrédulo, pues, aunque haga todo según una lógica entendible, si el corazón se cierra y no da el paso hacia la obediencia de hacer lo que específicamente Dios le pide, esta fe cae por tierra como falsa.
Por ello, tanto el católico como el protestante que dicen tener fe en Dios, pero no dan el paso a la obediencia en la Celebración de los Sacramentos, en la vivencia de la Caridad, en la toma de sus decisiones, no tiene una Fe como la de Abraham, como la de María: Obedientes a la Palabra, que dejan que se haga en ellos según lo que Dios declara.
Muchas veces el Protestante dice: «Declaro que la Palabra de Dios hace esto o aquello», pero no creen en la Palabra de Dios que perdona los pecados del que se acerca a la misericordia (cf. Jn 20, 22-23), ni en la Palabra de Dios que convierte el Pan y el Vino en su Cuerpo y Sangre (cf. Mt 26, 26-28).
Por esto, que nuestra Fe crezca hacia la obediencia y no se conforme a una fe que busca a Dios como fuente de los deseos y en lugar de adorarlo, sólo lo intente manipular sin obedecerle jamás.
Para compartir:
1.- ¿Has leído la Encíclica La Luz de la Fe?
2.- ¿Cómo haces que tu Fe sea más obediente?
Elaborado por:
P. Christopher Cortés, mfc