Apologética en la Liturgia de la Palabra
Jueves IV Semana de Pascua
Lecturas del día: Hch 13, 13–25; Sal 89, 2–3, 21–22, 25, 27; Jn 13, 16–20
Comentario:
La Liturgia de este día nos brinda varios caminos que desembocan en la revelación de la divinidad de Cristo, el Hijo de Dios. El aprendizaje de hoy nos puede servir de valiosa herramienta para evangelizar a todo grupo o denominación que se opone a aceptar que Cristo es Dios.
En la primera lectura y el Salmo Responsorial (Hch 13, 13–25; Sal 89, 2–3. 21–22. 25. 27) nos anuncian con preciosa elocuencia y sencillez, que es Jesús el Salvador anunciado por los profetas y prefigurado en cada acto de salvación que Dios manifestó en medio de su pueblo durante la antigua Alianza.
Cuando el Salmista dice de él: “El me podrá invocar: “¡Tú eres mi Padre, mi Dios y la roca donde me refugio!” (…) “Haré de él mi primogénito” nos está diciendo que Jesús, el Salvador, sería engendrado por el mismo Dios, y por esa razón le invocaría diciendo: “¡Tú eres mi Padre!,” y poseería en plenitud la misma naturaleza divina que el Padre. De todas las religiones del mundo, el Dios de Israel es el único que se ha encarnado para así rescatar al hombre del pecado, devolviéndole la gracia divina que había perdido a causa del pecado, con lo que demuestra ser el único Dios verdadero. Él mismo ha venido a nosotros; Jesucristo es Dios presente, y por ello, a Él le rendimos la misma gloria y adoración que al Padre. De ahí que en el evangelio de la Liturgia de ayer Jesús dijo de sí mismo: “el que me ve a mí ve a aquel que me ha enviado” (Jn 12, 45).
No sería extraño que alguien usara estas palabras de Jesús que trae el evangelio de hoy para luego concluir que allí él esté negando ser Dios: “el enviado no es más que el que lo envía” (Jn 13, 16). Si lo hicieran sería una equivocación, producto de una manipulación en la interpretación del texto. Por el contexto que acompaña estas palabras se puede ver que Jesús habla a sus apóstoles de que a los ojos de Dios todos somos iguales y que ninguno debe pretender creerse superior a otro; alude a Judas Iscariote que le iba a traicionar, y augura la felicidad para quien ponga en práctica la humildad y la obediencia. Ese mismo relato sirve más bien como evidencia que revela que Cristo es Dios. Él, de manera anticipada, anuncia a sus discípulos que uno de ellos le iba a traicionar, y lo hace para que luego ellos reconozcan que Él es omnisciente, que todo lo sabe, y así crean que Él es el YO SOY. Veamos literalmente lo que les profetizó: “Se lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy” (Jn 13, 19).
Para compartir:
1) ¿Qué elementos de esta publicación te ayudan a darte cuenta que Cristo es Dios?
2) ¿Da lo mismo creer que Jesucristo sea o no Dios?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc