Apologética en la Liturgia de la Palabra
EL SERVICIO EN LA IGLESIA NO ES UN BOLETO PARA ENTRAR AL CIELO
Miércoles, XX Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A
Lecturas del día: Jc 9, 6–15; Sal 20, 2–7; Mt 20, 1–16
Comentario:
El Evangelio nos habla hoy del Reino de Dios y nos previene ante el error de creer que por hacer las cosas bien; o que, por acumular trabajos y esfuerzos para la obra de Dios, acumulamos o aseguramos méritos y garantías. Se cae en el peligro de ignorar la causa de nuestra salvación, el sacrificio de Cristo en la cruz, y depositar nuestra fe en las obras que hacemos, presumiendo que nos vamos a salvar porque “hemos cumplido con Dios”.
Es propicia la ocasión, con la Liturgia de la Palabra que nos acompaña en este día, para advertir y aconsejar al lector a que se aparte de muchos estafadores que se autoproclaman pastores, y a punta de falsos pactos y pagos de primicias, hacen que las personas les entreguen bienes (casas, terrenos, vehículos, …) o sumas de dinero; so promesa de que, con tal acto, van a adquirir la salvación. Tales doctrinas no hacen sino esconder un evangelio adulterado: la salvación por méritos humanos.
No se puede estar convirtiendo la fe, la caridad y el servicio que realizamos en la Iglesia en un producto de trueque, actuando como si la salvación fuese igual a pagar un ticket para tener, por adelantado, la entrada para ir al cine o para asistir a un concierto.
“El Reino de los cielos es una expresión usada por Jesús para referirse al misterio de la salvación del género humano operada por Dios por medio de su Hijo Jesucristo. Con la parábola de los obreros de la viña Jesús nos quiere enseñar que la salvación hay que recibirla como pura gracia, como un regalo inmerecido, muy superior a lo que podamos alcanzar con nuestro esfuerzo humano y muy superior a todo lo esperado. La salvación supera a todo lo que podamos siquiera imaginar. Por eso San Pablo renuncia a describirla y se limita a decir: “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que lo aman” (1Co 2, 9). (1)
Esta reflexión nos previene para que la fe no sufra infartos luego de entregar años de servicio a Dios, y así nadie se violente contra Él o abandone la Iglesia Católica para irse a la primera secta que le socorra las necesidades el día que llegue de visita una tragedia, una pérdida dolorosa, una tribulación.
Fuente:
(1) Documento en línea: [aciprensa.com/homilias/homilia.php?id=314]
Para compartir:
1.- ¿Conoces casos de personas que reflejen lo leído en esta publicación?
2.- ¿Cómo prevenir para que nuestra fe no tropiece con esa misma piedra?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc