*Lecturas del día:* Sab 18, 6 – 9; Sal 32; Heb 11, 1 – 2. 8 -19; Lc 12. 32 – 48
*Comentario:*
La Palabra de Dios que nos ha sido proclamada este Domingo ha puesto ante nuestros ojos una de las verdades de nuestra fe que pareciera irse diluyendo pero que es necesario tener clara y firme.
Las palabras iniciales del Evangelio: «No temas rebañito mío, porque su Padre ha tenido a bien darles el Reino» son una de las frases más dulces pronunciadas por la boca de Jesús y que contienen la asimilación de toda la Historia de la Salvación realizada hasta el momento, al mismo tiempo que la lanza hacia el futuro glorioso con la grandísima responsabilidad que ésto implica.
Y es que, al contrario de la creencia que va ganando terreno sobre la igualdad de las religiones o sobre una exclusividad discriminatoria del Pueblo de Dios hacia los demás, el Plan divino es totalmente distinto.
En primer lugar, si todas las religiones fueran iguales y todos los caminos llevaran a Dios, el que Dios hubiera decidido crear de Abraham un Pueblo nuevo sería absurdo, pues ya existían pueblos y religiones a lo largo del mundo y – entonces – este Pueblo nuevo sería innecesario y su existencia sería absurda. Pero toda la Sagrada Escritura nos muestra que la razón de existir del Pueblo de Dios no es crear una raza privilegiada según la carne, sino irrumpir en el mundo con una familia nacida de la fe (Segunda Lectura) y que ha experimentado la Salvación que proviene del Dios verdadero (Primera Lectura) en su Historia personal y comunitaria.
En segundo lugar, si todos adoráramos de verdad al mismo y único Dios, por simple evolución histórica, ya hubiéramos llegado a un consenso monoteista; sin embargo, ésto no basta, pues la creencia en un solo Dios está incompleta sin la Revelación que sólo ÉL puede hacer de sí mismo. Y esta Revelación ha tenido su culmen en Cristo.
Es por éso que la plenitud de la Vocación del Pueblo de Israel se cumple en la Iglesia, pequeño Rebaño de Cristo que, llamado a la Misión evangelizadora busca cumplir en obediencia a su Señor el servicio de la Buena Noticia.
Por tanto, ser el Pequeño Rebaño de Cristo no significa quedarse en el conformismo egoísta de una santidad sólo para escogidos, ni conformarse como si el sectarismo protestante, el cisma ortodoxo o la división interna entre católicos fuera la voluntad de Dios. Significa asumir la Vocación que Dios nos ha dado por su Gracia, compartiéndola en fe, testimonio y evangelización a nuestros contemporáneos porque Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad.
*Preguntas para compartir:*
- _¿Cómo revitalizar nuestra vocación de Pueblo elegido?_
- _¿Cómo superar las interpretaciones reduccionistas que llevan al conformismo de una no evangelización?_
*Elaborado por:*
Christopher Cortés, mfc