Apologética en la Liturgia de la Palabra
EL MUNDO SE ALEJA DE DIOS; Y DIOS, ¿QUÉ HACE?
Domingo XI del Tiempo Ordinario, solemnidad.
Lecturas del día: Ex 19, 2-6a; Sal 99, 2. 3. 5; Rm 5, 6-11; Mt 9, 36-10, 8.
Comentario:
Los rebeldes a Dios, no se puede decir que solo se encuentren entre las Sectas Protestantes. La rebeldía espiritual es la enfermedad del siglo presente. Esta generación se parece a un niño rebelde y difícil que no se deja cargar en los brazos de su padre y de su madre; y que luego, al crecer, se pone muy rabioso si alguien le dice “por tu bien, haz esto” o “haz aquello”.
El que es dominado por la rebeldía, no alcanza a mirar la protección y el bien que le procura dar quien le habla o le exhorta al cambio. Todo lo que se oponga a sus deseos e impulsos, lo siente como un obstáculo y una cárcel de la cual hay que liberarse y jamás dejarse retener.
Por no dejarse cargar y proteger por los brazos amorosos y seguros de Dios, el hombre actual anda apaleado y herido; con desenfreno en su excitación por lo que satisface sus deseos, aunque esto le traiga luego desolación y muerte. Y, ¿el rededor… en su entorno?, ¿Qué encuentra?: Una gran multitud que también, como él, es llevado por la misma corriente del “¡Haz lo que quieras! ¡Nada es malo!”.
El santo evangelio de hoy nos recuerda cómo es la mirada que Dios tiene sobre el mundo. Es la misma que tuvo hacia las ovejas extraviadas que encontró a su paso cuando vino y caminó entre los hombres: “… se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor”. (Mt 9, 36)
Se percibe que el mundo vive como si realmente no hubiese Dios, o autoridad alguna en la tierra que rija su voluntad. Parece como inevitable la temeraria y acelerada carrera de amenazas que se ciernen sobre el planeta con realidades en vertiginoso desarrollo como la Inteligencia Artificial, la ideología de género y la sexualización de la población o el armamentismo nuclear.
Sin embargo, allí sigue estando la mirada de Dios atenta a lo que la humanidad está haciendo. No es una mirada complaciente, impune, débil, o incapaz. Es una mirada sufriente, porque el mundo, como niño rebelde, no se deja amar, no se deja cargar en sus brazos, no se deja sanar por su misericordia, no se deja instruir por sus mandatos. Si lo hiciera, y – en un supuesto hecho de que hubiese vida fuera del planeta – Dios diría de nosotros los terrícolas lo que prometió a Israel en la primera lectura de este domingo: “Si escuchan mi voz y guardan mi alianza, serán mi especial tesoro entre todos los pueblos, aunque toda la tierra es mía. Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación consagrada”. (Ex 19, 5-6)
Para compartir:
1-. ¿Cómo te sientes ante la presión de la rebelión global que los organismos y líderes de las naciones le tienen declarada a Dios?
2-. ¿Cuál es la respuesta de Dios y la tuya ante esa rebelión espiritual del mundo actual?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc