En esta, la última entrega de este tema, cuyo objetivo fue contribuir a cerrar la puerta de la mala convivencia entre los hermanos de la Iglesia, que ha sido la causa para que muchos católicos migren a sectas; expondremos cómo afecta interiormente, tanto al que juzga como al que es juzgado.
Todos sufrimos de soberbia, unos más y otros menos. Este pecado capital consiste en poner la propia excelencia por encima de los demás hermanos; más aún, por encima de la excelencia de Dios. En este artículo trataremos de describir cómo afecta, juzgar o ser juzgado, *desde la perspectiva de la vocación cristiana;* que es lo que nos interesa.
¿Cómo afecta el juicio al que juzga o señala?
El creyente que juzga está ocupando el lugar de Dios en su propio corazón, por lo tanto, es un idólatra. En su corazón no sirve a Dios sino a sí mismo, se presenta ante el hermano con aires de superioridad, que en realidad no es más que hinchazón o enfermedad. Esta clase de creyente es propenso a dejar los caminos de Dios, porque es imposible que sepa manejar con sabiduría todos los defectos y errores de los hermanos de la Iglesia a la que pertenece; al no haber misericordia en su corazón, siempre estará sufriendo “por causa de los demás”.
Por otro lado, el creyente que juzga a sus hermanos es un ciego de sí mismo, tiende a no autoconocerse; por lo tanto, no se da cuenta de las infinitas incoherencias en las que vive, juzga al hermano en los mismos defectos y errores que él padece.
Hay que tomar en cuenta que si hay un grupo de la Iglesia que son “jueces usurpadores”, generan un mal ambiente para la fraternidad, que termina por correr rápidamente a los que están buscando acercarse.
Es bueno añadir, que el juicio puede ser externo, como se describe en los párrafos anteriores, o interno. El segundo es también muy dañino, sirve para erosionar la propia vida interior del que juzga. A menudo, siendo tan analíticos de las personas y situaciones, pierden la alegría de la fe; también estos terminan alejándose de la Iglesia.
Quien no juzga goza de mucha paz y alegría.
¿Cómo afecta el juicio al que es juzgado o señalado?
También el que recibe un juicio puede estar enfermo de soberbia. Esto causa una “inflamación” espiritual y emocional, lo cual hace que baste un mínimo toque para generar un gran sufrimiento. Ese mínimo toque lo podemos ejecutar con gestos, miradas y palabras.
Quien sufre de soberbia, tiende a carecer del sentido de la justicia que le permite reconocer que se merece un gesto o palabra fuerte por haber ofendido a Dios; un hermano al que se le ha juzgado, pueda que aún no haya descubierto la liberadora ley espiritual que reza: _“El que se humilla será exaltado”._
Conclusión: juzgar a los hermanos por sus defectos y errores desmotivan al “juez” y al juzgado.
Sea alabado Jesucristo.
Para compartir:
1.- ¿Alguna vez has juzgado a un hermano? ¿Te has fijado que se produjo una conmoción interior que te quitó la paz?
2.- ¿Conoces a fondo el pecado de soberbia y su contraparte la humildad? ¿Qué puedes expresar al respecto?
Autor:
Pbro. Domingo Pernía, mfc
