Liturgia<📖>Apologética
De la Liturgia de la Palabra
2da. Sem. de Adviento
Comentario:
Dedico la publicación de hoy para una clase de protestantes que abunda y crece hoy de manera alarmante: los que aborrecieron la fe y a Dios; los que se proclaman a sí mismo ateos, y no son más que ovejas heridas y sangrantes por su larga y oculta historia de dolor. Todos a su alrededor ven la historia pública de sus apariencias: el mal que dicen o que hacen; pero todos ignoran la historia real de sus padecimientos: silenciosa, tortuosa y callada. Entraremos a su lado oculto, desde el lado que exponen al público:
¿Has oído o notado a tantos que sienten o ven los mandatos de Dios como un estorbo?
Ellos dicen que los mandamientos de Dios son retrógrados, anticuados, que limitan y coartan los derechos humanos. Tal vez te ha tocado este caso o le sucede a alguien que conoces. A mí, en una ocasión, un homosexual me dijo: “¡Dios incomoda mi manera de vivir!”
Pues bien, hoy te ha tocado una medicina capaz de ayudar a quien le esté pasando esto, o de sanarte a ti de la ceguera con la que has crecido, y que puedas, en adelante, conocer el lado oculto de una vida diferente y nueva que siempre has ignorado. Verás que todo lo veías al revés. Los mandatos de Dios son todo lo contrario a lo que la mayoría de la gente que te rodea piensa o te ha dicho. Quito ahora las palabras mías, y te dejo las de Él:
“Así dice el Señor, el que te rescata, el Santo de Israel: “Yo soy tu Dios y te enseño lo que te es provechoso, indicándote el camino que debes seguir. Si hubieras estado atento a mis leyes, la dicha te habría inundado como un río. Habrías sido fuerte como las olas del mar, y tus hijos, numerosos como los granos de arena, y tu nombre no sería nunca arrancado o borrado de mi vista.” (Is 48, 17-19)
Esto te ayudará a entender mejor los mandatos de Dios:
Cuando se presenta un peligro, una buena madre o un buen padre, se apresura a proteger a su bebé con sus propios brazos, y prefieren primero sufrir ellos, antes que sufra su hijo. Pues, piensa, que aquella buena madre o aquel buen padre es Dios, Él no quiere que mueras. Tú eres ese pequeño bebé. Y sus brazos con los que te cuida y protege de todo peligro que te pueda herir o hacer sufrir son sus mandatos. Nunca te sueltes ni te rebeles contra ellos.
Preguntas para compartir:
1.- ¿Por qué se transmite tanto la equivocada idea de hacer sentir los mandatos de Dios como un estorbo o como enemigos de la libertad del hombre?
2-. ¿Qué nos pasaría si viviéramos siempre abrazados de los mandatos de Dios?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc