Apologética en la Liturgia de la Palabra
Martes, XII Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A
Lecturas del día: Gn 13, 2. 5–18; Sal 14, 2–5; Mt 7, 6. 12–14
Comentario:
Para ser verdadero cristiano, la Palabra de Dios hoy nos pide:
No difamar, no calumniar.
Seamos prudentes y precavidos en todo cuanto digamos de cualquier persona y respecto a la Iglesia Católica. Somos muy dados a decir las cosas a la ligera, y abundan los que acostumbran a interpretar al pie de la letra y según su conveniencia cuanto leen en la Biblia. Si leen: “Hermanos de Jesús”, automáticamente pregonan que la madre de Cristo no es virgen, y descargan toda clase de desprecios y falsas acusaciones hacia la Iglesia Católica.
Los que así leen la Biblia deberían decir que a Abraham y a Lot los parió una misma madre: «Le dijo Abraham a Lot: –No haya disputas entre nosotros ni entre mis pastores y tus pastores, pues somos hermanos” (Gn 13, 8). ¿Qué cara van a poner luego cuando caigan en cuenta que Lot era su sobrino? Veamos: “Tomó Abrán a Saray, su mujer, y a Lot, hijo de su hermano” (Gn 12, 5).
Cuando se dicen cosas de los demás sin tener conocimiento, o por solo descalificar, se termina fácilmente calumniando y difamando. Son personas que hacen lo contrario de cuanto ordena Dios en el Salmo que hoy oramos en la Eucaristía. El hombre que agrada a Dios: “Es irreprochable y actúa con justicia, el que dice la verdad de corazón y no forja calumnias; el que no daña a su hermano ni al prójimo molesta con agravios” (Sal 14, 2-3). ¿Cómo será el dolor y la tristeza, la desesperación cuando vean que todo esto lo incumplieron, nada más y nada menos, que, con la madre de su propio Salvador, Jesucristo, y su Esposa, la Iglesia?
Rendir honra a los Santos:
Es voluntad de Dios que todos rindamos gloria y alabanza a los Santos. Así lo manda en el Salmo que proclamamos hoy: “…honra a los que temen al Señor” (Sal 14, 4). Ellos a sí mismo no se otorgaron la gloria, ni tampoco el Papa o los obispos se la inventaron; sino que les viene justo del mismo que los santificó y glorificó: JESUCRISTO. Él es su Señor, y ellos sus siervos más perfectos. Por lo tanto, quien se violenta rechazando reconocer en ellos la gloria que les corona, terminan rechazando al mismo que a ellos coronó y glorificó.
Pasar por la puerta estrecha:
No se trata de una puerta de madera, metal o plástico. Se trata de la puerta de la obediencia, la puerta de la humildad. A esa puerta se le llega por la prudencia por la rectitud en todo cuanto digamos y hagamos. Tal puerta es el propio Jesucristo. Lo anunció Él mismo en *Jn 10, 7. 9;* y dijo, además, que todo el que quiera ir y pasar por Él, se verá con un Portero que cuando él le abre, nadie le puede cerrar, y cuando él cierre, nadie le puede abrir (Jn 10, 3) (Ver Biblia de Jerusalén). El buen entendedor de la Biblia, sabe bien a quién refiere: al Vicario de Cristo; Pedro y sus Sucesores (cf. Mt 16, 13-19; Lc 13, 22-30; Jn 21, 15-17). Esta puerta estrecha termina siendo, para todos los que se separan de la Iglesia Católica, y para todos los que hacen parte de ella, la humildad y permanente conversión de someterse con alegría a la autoridad y pastoreo de Pedro y sus Sucesores.
Para compartir:
1.- ¿Vivo de manera que le agrada a Dios mi modo de ser cristiano?
2.- ¿Soy prudente al expresarme sobre los demás, y sobre la Iglesia Católica, o tiendo con facilidad a murmurar?
Elaborado por:
P. Héctor Pernía, mfc