Apologética en la Liturgia de la Palabra
Lunes IV de Pascua.
Lecturas del día: Hch 11, 1–18; Sal 41, 2–3; 43, 3–4; Jn 10, 1–10
Comentario:
Hace algunos días conversando con dos católicos me dijeron que fueron atacados por un hermano protestante porque los católicos predicamos sobre la crucifixión de Jesucristo. Aquel protestante se mostraba de acuerdo con que tuviéramos imágenes de Cristo resucitado, pero en desacuerdo y rechazo total hacia las imágenes de Cristo crucificado.
¿Quién andará mal? ¿Quién estará extraviado? ¿La Iglesia Católica o este hermano anti católico? Pues, miremos la respuesta en la primera lectura de hoy, si el Cristo que debemos predicar y presentar, en palabras o imágenes, es solamente el resucitado y no el crucificado. San Pablo les predicó por escrito a los cristianos de Corinto diciendo: “hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado” (1Cor 2, 1-2).
¿Por qué esa diferencia, tan opuesta, entre la manera de entender y predicar a Cristo entre católicos y protestantes?, ¿ellos, solamente, predicando a Cristo resucitado, y los católicos, predicando ambos, a Cristo crucificado y resucitado? Porque no es el mismo Espíritu el que mueve a ambos lados, pues Dios no anda dividido en sí mismo, haciendo que cristianos de un lado y de otro se enfrenten y digan cosas contradictorias de Sí mismo. Esta oposición viene por la oposición entre el conocimiento correcto y el desvirtuado, entre la sabiduría que viene de Dios y la que viene del mundo. Como dice el apóstol san Pablo líneas más adelante:
“hablamos de sabiduría entre los perfectos, pero no de sabiduría de este mundo ni de los jefes de este mundo, abocados a la ruina; sino que hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra, desconocida de todos los jefes de este mundo – pues de haberla conocido no hubieran crucificado al Señor de la Gloria” (1Cor 2, 6-8).
El choque tan radical que el lenguaje de la cruz ocasiona entre los seguidores de Cristo y sus adversarios, es el mismo que hubo entre Cristo y quienes le crucificaron: “la predicación de la cruz es una locura para los que se pierden; mas, para los que se salvan – para nosotros – es fuerza de Dios» (1cor 1, 18). Es por esto que se producen esas dos posturas tan irreconciliables, de unos aceptando la cruz, y otros condenándola y rechazando, no solo las imágenes o artesanías de Cristo resucitado, sino también, la predicación y doctrina que la Iglesia Católica tiene sobre la cruz. Para los católicos, la cruz es lo que para Cristo fue: instrumento de perdón, humildad, sacrificio, redención y Su Realeza Divina (cf. Job 31, 35-37; Is 9, 5). Para quienes se oponen a la cruz, ella es imagen de abominación y maldición.
Obedezcamos a san Pablo que nos exhorta y manda a no desvirtuar la cruz de Cristo (cf. 1Cor 1, 17).
Para compartir:
1] ¿Qué origen y quién es el autor de la postura de no predicar ni mostrar a Cristo crucificado?
2] ¿Por qué la humanidad necesita tal predicación en palabras e imágenes?
Elaborado por:*
Pbro. Héctor Pernía, mfc