Apologética en la Liturgia de la Palabra
Martes IV de Pascua.
Lecturas del día: Hch 11, 19–26; Sal 86, 1–7; Jn 10, 22–30
Comentario:
Católico, ¡alégrate y llénate de gozo!, ¡porqué estás en la Casa del Señor!
La Liturgia de la Palabra de hoy nos muestra el movimiento naciente y expansivo de la Iglesia Católica bajo el primado de las columnas apostólicas y el primado de Pedro, y nos trae una gloriosa profecía acerca de la única Iglesia perteneciente a Jesucristo. También advierte sobre muchos que no aceptarían la unidad ni la autoridad de esta Iglesia, por los cuales Jesús dijo: “vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas” (Jn 10, 26), entre ellos, podríamos mencionar, como ejemplo, a los Testigos de Jehová. Ellos se resisten a aceptar que Cristo es Dios y se empeñan en imponer su propia doctrina de negar la divinidad de Cristo diciendo que Dios es solamente Jehová, para separar a Jesucristo de Dios. La luz que vence esa tiniebla es la misma voz de Cristo que les declara: “Yo y el Padre somos uno.» (Jn 10, 30).
En la primera lectura vemos como, aunque los primeros evangelizadores cristianos se dispersaban a causa de la persecución romana y judía, ellos no fundaban iglesias por separado ni se declaraban a sí mismos pastores o dirigentes, sino que actuaban bajo el pastoreo y gobierno de la Iglesia presente en Jerusalén, la cual crecía y actuaba bajo la autoridad y el primado del apóstol Pedro, tal como se deja ver en Gal 1, 18, cuando luego de muchos años predicando, Pablo sube a esa ciudad para entrevistarse en privado con él exponiendo toda su doctrina, y así estar seguro de no estar enseñando doctrinas erradas, falsas y divisorias (cf. Gal 2, 1-9).
Vamos a ver evidentes signos de las cuatro notas que distinguen a la única Iglesia de Jesucristo:
Es Una:
Los apóstoles, al recibir noticias de que la dispersión de los cristianos había logrado la conversión de muchos paganos y judíos designaron a Bernabé para ir a Antioquía y confirmar en la fe y la comunión con Cristo a los nuevos cristianos de esa ciudad. De este modo protegían la unidad en medio de la dispersión; y, un signo muy diciente de esta unidad, es que se le dio el nombre de cristianos a todos los discípulos de Cristo (cf. Hch 11, 25). Es una palabra destinada a darle unidad institucional y corporativa a todo el rebaño de Cristo.
Es Santa:
Esta Iglesia no nació de un acuerdo entre los apóstoles. ¡De ningún modo! Nació de la voluntad y la autoría de Cristo, el Santo entre los santos; pues bien estaba anunciado por una profecía que leemos en el Salmo de hoy: “De Sión se dirá: uno por uno, todos han nacido en ella; el Altísimo, en persona, la ha fundado” (Sal 87, 5).
Es Católica:
Se liberó del nacionalismo y exclusivismo judío, y se abrió para abrazar en un solo Cuerpo, Jesucristo, a judíos y paganos (cf. Hch 11, 19-21).
Es Apostólica:
Cristo iba edificando la Iglesia sobre la base de la comunidad apostólica. Desde estos pilares, y nunca fuera de su gobierno, la Iglesia se consolidaba en su expansión a todas las naciones.
Para compartir:
1) ¿En qué te ha ayudado esta publicación a fortalecer tu fe y tu unidad con Cristo?
2) ¿Qué otros elementos importantes se pueden encontrar en los textos bíblicos de hoy, que evidencien la única Iglesia de Cristo?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc