Martes, VIII Semana del T. Ordinario
*Lecturas del día:* Sir 35, 1–15; Sal 49, 5–8. 14. 23; Mc 10, 28–31.
*Comentario:*
Tengamos presente que nuestros hermanos esperados no tienen en su Biblia el libro del Eclesiástico, pero, si asistieran hoy a la Eucaristía y oyen la primera lectura (Si 35,1-15) tal vez terminen muchos de ellos aceptándolo, y lo usarían muy a menudo para decirle a quienes no les paguen los diezmos que son ladrones que le andan robando a Dios. Dice:
«Paga de buena gana los diezmos. Da al Altísimo como él te dio: generosamente, según tus posibilidades, porque el Señor sabe pagar y te dará siete veces más. No le sobornes, porque no lo acepta» (Eclo 35, 8-11).
Sin embargo al iniciar la lectura desde el versículo primero el centro del mensaje no apunta al diezmo en cuanto tal sino a la infinita misericordia y providencia de Dios, que multiplica al ciento por uno la generosidad de todo hombre que se done enteramente en sacrificio a Él y que con alegría sea fiel en mantener para toda la vida los votos de comunión y Alianza con Él sellados una vez y para siempre mediante el Bautismo y el sacrificio eucarístico.
El Evangelio (Mc 10,28-31) nos ayuda a entender que esa generosidad del hombre hacia Dios, tenía en la Ley diezmo el rol de un simple pedagogo que lo ejercitaba y preparaba para que al llegar la plenitud de los tiempos, el hombre se entregase a Dios tal cual hijo, en plenitud de confianza filial, del mismo modo como Cristo lo hizo en la cruz. Como dijo San Pablo:
«De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por la fe. Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo» (Gal 3,24-25).
Una prueba y evidencia de cómo la entrega total de sí mismo a Dios vino a relevar, en la nueva Alianza, la ley del Diezmo del Antiguo Testamento, es la conversación entre Pedro y Jesucristo:
«En aquel tiempo, Pedro se puso a decirle a Jesús:
-Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
Jesús dijo:
-Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más -casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna.» (Mc 10,28-30)
*Para compartir:*
1. ¿Cuál era la realidad y experiencia de fe en el Nuevo Testamento, para la cual la Ley del Diezmo educaba y preparaba al pueblo de la antigua Alianza?
2. ¿Soy generoso con Dios, doy con alegría todo de mí para Él, o me encierro en mi egoísmo obsesionado por ambiciones del mundo terrenal?
*Elaborado por:*
P. Héctor Pernía, mfc